Ciudad de México.- En las obras de Stephen King lo sobrenatural suele funcionar como un espejo que refleja lo que ya llevamos dentro. No es el monstruo externo el mayor terror, sino esa capacidad humana para la crueldad. Los elementos horrorosos no son añadidos gratuitos, sino catalizadores que liberan demonios interiores: la envidia, la violencia, la obsesión, la adicción. King demuestra que lo más espeluznante no es lo desconocido, sino lo reconocible dentro de nosotros.
Jack Torrance convertido en reflejo de las batallas personales de King
Jack Torrance, protagonista de El resplandor, no se transforma en monstruo debido al Hotel Overlook; ese espacio místico simplemente agrava los conflictos internos que ya pesaban en su alma. Su adicción al alcohol no aparece como un defecto menor, sino como un enemigo íntimo que pone en riesgo todo: su familia, su cordura, su identidad. King ha expresado que esas escenas de violencia y culpa remiten a sus propias experiencias con el alcoholismo.
Annie Wilkes presentada como símbolo del fanatismo y la obsesión peligrosa
En Misery, la villana Annie Wilkes no importa solamente porque parece un personaje sacado de una pesadilla, sino porque su maldad es enteramente humana. No hay fantasmas, no hay poderes demoníacos, solo una admiradora excesiva, controladora, obsesionada, que se convierte en una sombra de los miedos reales de King: ¿qué sucede cuando la pasión se transforma en prisión? King mismo ha señalado que Annie Wilkes representa su adicción, que fue su “fan número uno”.
Personajes humanos que revelan lo peor de nuestra propia sociedad
La obra de King despliega una galería diversa de personajes cuyo horror no proviene del más allá sino del interior: desde Henry Bowers, reflejo del acoso escolar cruel, hasta figuras radicales como la señora Carmody en La niebla, que ilustran cómo el fanatismo puede quebrar la moral cotidiana.
También Harold Lauder en La danza de la muerte aparece como alguien que, pese a su apariencia de joven responsable, se revela tóxico, obsesivo y peligroso. Ellos nos recuerdan que el peor monstruo puede ser el vecino, el amigo o incluso nosotros mismos, cuando dejamos que las pasiones negativas gobiernen nuestro juicio.
EDT.MX/JC