CIUDAD DE MÉXICO.- Hablar de Kendrick Lamar es hablar de uno de los artistas más influyentes de la música contemporánea. Desde sus primeras rimas en Compton hasta convertirse en el primer rapero en recibir un Premio Pulitzer de Música, su trayectoria es la prueba de que el hip hop puede ser tan poderoso y trascendente como cualquier otro género artístico.
En 2012, el mundo escuchó por primera vez de manera masiva su nombre gracias a good kid, m.A.A.d city. Ese disco, presentado casi como una película en formato sonoro, narraba la adolescencia de un chico en medio de la violencia de las calles, los conflictos familiares y la búsqueda de identidad. Era autobiográfico, crudo y a la vez profundamente humano. Kendrick se mostraba como el “good kid” atrapado en una “mad city”, confirmando que no se trataba de un rapero más, sino de un narrador nato.
Su siguiente paso lo llevó a romper todos los esquemas. Con To Pimp a Butterfly (2015), Kendrick entregó una obra monumental que mezclaba jazz, funk, soul y rap para hablar de racismo, orgullo, dolor y esperanza. Canciones como Alright se convirtieron en himnos de resistencia en las protestas del movimiento Black Lives Matter. El disco fue celebrado no solo como uno de los mejores del año, sino como uno de los más importantes de la década.
En 2017, con DAMN., su discurso se volvió más introspectivo. El álbum exploraba la fe, la moral, la identidad y la fragilidad del ser humano en un mundo caótico. Más accesible en lo musical, pero igual de profundo en sus letras, el disco consolidó a Kendrick como un artista universal.
El reconocimiento llegó al punto más alto cuando, en 2018, se convirtió en el primer rapero en recibir el Premio Pulitzer de Música. La academia lo describió como “una colección virtuosa de canciones unificadas por la autenticidad del lenguaje y un dinamismo rítmico que captura la complejidad de la vida afroamericana”.
Ese galardón fue histórico: el hip hop, nacido en las calles como una forma de protesta, alcanzaba el máximo reconocimiento académico. Y fue Kendrick Lamar, el chico de Compton que alguna vez fue solo un “good kid”, quien lo llevó hasta allí.
Hoy, con Mr. Morale & The Big Steppers (2022), Kendrick ha mostrado su faceta más vulnerable y honesta, hablando de traumas, terapia y sanación. La evolución es evidente: de contar la historia de su barrio a explorar las heridas más íntimas, Kendrick Lamar sigue demostrando que el rap puede ser poesía, crónica social y espejo de una generación.
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EDT/kmj