Fotografía: Times Square Kiss El Beso” Alfred Eisenstaedt, 1945
Karen Castillo Castillejos
Estoy hablando de aquel amor concebido y concedido por Cupido, quién enamorado de Psique, pediría ayuda a los dioses para permanecer con ella toda la eternidad. El amor del que compositores como: Frank Sinatra, John Lennon, Agustín Lara o Consuelo Velázquez, escribieron canciones. El de las películas hollywoodenses, bollywoodenses o mexicanas, aquel que a pesar de la adversidad tiene siempre un final feliz.
En ese caso… ¿Cómo es posible afirmar que esta clase de amor desencanta?
Podríamos decir que realmente lo hace, si pensamos en los miles de corazones rotos, las lágrimas adolescentes, las canciones de reclamo, los poemas, los tragos nocturnos, etcétera. Sin embargo, todas estas expresiones, son símbolo del respeto de un mito – o de varios- contenidos en una sola idea: el amor romántico.
Sin poder asegurar cuando surgió dicho mito, habrá que reconocer que, a lo largo de nuestra historia nos hemos encontrado con los distintos rastros dejados por el mismo: están en la mitología griega, en la biblia, en las primeras películas, en los hábitos de convivencia y por supuesto en las disposiciones de género.
Por ejemplo, en los años cincuenta, los baby boomer –expresión usada para hablar sobre las personas nacidas entre 1945 y 1965- tenían entre sus preocupaciones el tener una pareja estable y el formar una gran familia; era compresible, ya que la guerra les había dejado el papel de repoblar al mundo tras los acontecimientos.
Los países anglosajones estaban intentando renacer, algunas otras naciones que no habían participado tan activamente de la guerra, países como el nuestro, gozaban de crecimiento sostenido, consecuencia del mismo espectáculo; por lo que, en esta época, donde miles de jóvenes se entusiasmaban por el capitalismo y la propiedad, ser novia-novio, marido y esposa jugaba un papel realmente importante en la construcción de una identidad propia.
La idea no era nueva, Adán y Eva ya habían adelantado como sería el juego: complementario, entre un solo hombre y una sola mujer, incondicional, eterno. Ideas que se han convertido en la columna vertebral de las relaciones, a pesar de la turbulencia de los años 60 y 70 donde hippies y anarquistas, cuestionaron las formas y propósitos de esta clase de amor.
El mito, a pesar de los años ha trascendido, de tal manera que nos hemos acostumbrado a crecer e intensificar la búsqueda, después de todo “no vaya a ser que nos quedemos a vestir santos”, es decir solteros, “sin auto realizarnos a través de la posibilidad de crear una familia”.
El miedo es generalizado, por lo tanto, como medias naranjas y no seres completos, comenzamos una búsqueda exhaustiva, para encontrar aquel que nos complete; nos ponemos paranoicos ante la imposibilidad de no hacerlo y cuando creemos encontrarlo luchamos por su permanencia, ya que “no cuenta sino duele”.
En fin, encargados a la astrología o alguna otra clase de Dios, o mito satánico, reproducimos una y otra vez, las determinaciones de esta vieja leyenda. Y ante esto ¿qué nos queda?
Desencantemos el mito
La propuesta: desencantarse del mito, reconocer que probablemente, la vigencia de muchos de sus principios ha terminado, para así comenzar a construir nuevas relaciones, en las que individuos completos gocen plenamente del ejercicio de amar.
¿Qué debería desencantarnos del amor romántico?
Desencantémonos de las medias naranjas, permitámonos ser seres completos y compartamos nuestro tiempo y espacio con seres de la misma clase, sin esperar realizarnos a través de los sueños de otro.
Desencantémonos de la idea de que como mujeres venimos a querer y como hombres a ser queridos, de los roles ya prestablecidos, no es obligación ni de una u otra parte, ser el más sensible o el más fuerte; nuestro género no puede determinar qué tipo de papel vamos a desempeñar con nuestra pareja.
Desencantémonos de los celos, aquellos que generalmente aparecen cuando nos creemos dueños de algo o en este caso de alguien, la verdad es que no nos pertenecemos.
Desencantémonos del felices por siempre, porque existen amores que no pueden forzarse a permanecer en el tiempo, algunos de ellos viven únicamente para establecerse en momentos breves.
Desencantémonos de la necesidad de estar acompañados, simplemente, porque no pasa nada si al final del día encontramos el amor en otras áreas, no siempre es en una pareja donde se materializan todas las emociones.
Por último, no te preocupes si no quieres sufrir, la realidad es que no todas las relaciones tienen que ser lastimeras para comprobar que son “amor del bueno”.
Así que no te compliques, si vas a amar, ama, pero atrévete a escribir más crónicas del desencanto.