*Ser gobierno está cabrón, no es fácil, sobre todo porque hay que compartir espacios y aceptar lo que antes se rechazó
Gregorio Ortega Molina
La globalización favorece que los problemas de las distintas naciones integradas a ese modelo económico, sean similares. Compartir objetivos equivale a participar de los mismos daños causados por la reingeniería social y la anomia de los políticos, y las instituciones que los patrocinan.
Nos han llevado a un mundo en el que la democracia y la participación de los ciudadanos en política, es mera simulación. Lo que hoy vivimos en Occidente parece tema de novela de Leonardo Sciascia: la impostura de los gobernantes y los barones del dinero, como modelo de mantener domesticada a la plebe, que somos nosotros y doblamos la cerviz. Si osamos levantar la voz, de inmediato se giran las órdenes para darnos un palmetazo.
Constatemos las similitudes. Antonio Muñoz Molina en su texto publicado en Babelia el 28 de septiembre, apuntó: “Mientras los políticos y sus comparsas se dedican a cultivar una discordia estéril y un ruido que lo confunde todo, hay ámbitos de la vida real en los que se mantiene silenciosamente el esfuerzo cotidiano de mejorar el mundo, sin que merezcan ni una parte mínima de la atención que se derrocha en lo mentiroso o lo superfluo. Hay profesores que tienen que dar sus clases en barracones prefabricados y alumnos que no pueden prestar atención en clase porque no han desayunado. Algunos de los libros que consulto en la biblioteca están tan gastados por el uso que las páginas se me descuadernan entre las manos. Médicos y enfermeros sobrecargados de trabajo sienten pánico al ver que vuelven a gobernar la sanidad en Madrid los mismos halcones que hace unos años intentaron desmantelarla y privatizarla.
“Observar con los ojos abiertos la realidad también puede ser un remedio contra esos desplantes apocalípticos que son tan útiles a los medios para eso que llaman dar titulares”.
Entonces, ¿para dónde hacerse? El oficialismo de hoy -que antes fue la oposición- camina de dislate en dislate, precisamente porque se conduce como si deseara desempeñar la misma función que antes de hacerse con el poder. Ser gobierno está cabrón, no es fácil, sobre todo porque hay que compartir espacios y aceptar lo que antes se rechazó.
Darse cuenta de que no se puede mandar sin compartir responsabilidades con la conocida iniciativa privada, debe calentar, porque resulta que eso los iguala a los anteriores; percatarse de que no se puede denostar la imagen de Eugenio Garza Sada sin pagar un costo en imagen, caliente: rendir homenaje medido y puntual a los que participaron de los movimientos armados es estéril, si no se modifica la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles. Regresar con su familia a Ovidio Guzmán escuece, porque distorsiona todo el proyecto de pacificación. ¡Qué horrible tener que reconocerse el otro!
Conque, ya sabemos lo que nos espera.
www.gregorioortega.blog @OrtegaGregorio
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