Referencias a decapitados hay varias, desde la realidad hasta la ficción. Han existido diversos descabezados como Juan Bautista, quien fue mandado decapitar por orden de Herodes o la Reina Roja del libro de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol, que a la menor provocación mandaba a cortar cabezas. Era una práctica usual en la antigüedad.
El invento se le atribuye a Joshep Ignace Guillotin, un médico humanitario que en 1789 propuso a la Asamblea Nacional una mejor muerte para los condenados. Porque cuando un pobre era condenado, las muertes eran crueles: los golpeaban hasta la muerte. Al inicio el uso de la guillotina se limitaba a los nobles, pues era una muerte rápida e indolora.
La ‘mala fama de la guillotina, comenzó cuando, el 21 de enero de 1793 al rey Luis XVI, ‘se le cayó la cabeza’. El primero de muchos decapitados que en Francia vivieron “El Reino del Terror”, donde cualquier persona podía perder la cabeza por tener ideas ‘contrarias’ al discurso de la Revolución Francesa.
Una injusticia tan inflexible que terminaría quitándole la cabeza a Robespierre -el que propuso la muerte por la guillotina- en 1794.
La última persona decapitada en Francia fue un inmigrante, acusado de asesinar a una joven en 1977. Aunque Francia tiene una gran cantidad de decapitados, en varios países también hay historias respecto a este letal instrumento de tortura. Las personas que tuvieron este fin se encontraban en lugares como Bélgica, Suecia, Reino Unido, Grecia e Italia.
Incluso en la Alemania nazi, que entre 1938 y 1945 utilizó este inventó para decapitar aproximadamente a 40 mil personas.