En el vertiginoso ritmo de la vida moderna, donde el tiempo parece escaparse entre nuestros dedos, nos hemos visto envueltos en una rutina que nos aleja cada vez más de nuestro entorno natural. La vida sedentaria, caracterizada por largos períodos de inactividad física y una estrecha relación con la tecnología, se ha convertido en el pan de cada día para muchos, especialmente para aquellos que habitan en las grandes ciudades.
Atrapados en el tráfico o en las oficinas, el estrés del trabajo, las horas frente a la computadora y la falta de movimiento han dado lugar a un estilo de vida que repercute negativamente en nuestra salud física y mental.
En este círculo vicioso, olvidamos la inmensidad que nos rodea. La belleza del cielo estrellado, el sonido relajante del mar o la imponencia de las montañas quedan relegados a un segundo plano, sustituidos por la luz artificial de las pantallas y el ruido constante de la ciudad.
Sin embargo, la naturaleza posee un poder sanador inigualable. Observar la inmensidad del cielo nocturno, con sus miles de estrellas titilando, nos permite conectar con algo más grande que nosotros mismos, brindándonos una sensación de paz y tranquilidad. Mirar al cielo nocturno o al imponente mar en su constante vaivén hasta el horizonte tiene un efecto calmante sobre nuestro sistema nervioso, reduciendo el estrés y la ansiedad.
Partiendo de esta premisa, los artistas Cristina Medellín, Sara Amozurrutia y Nacho Peláez proponen dirigir nuestra mirada hacia la inmensidad del universo, el vasto horizonte y la profundidad del mar, como un medio para reconectar con la vida y sentirnos parte del todo; porque lo que es arriba es abajo.
La exposición Inmensidades, montada en la galería Árbol que nace torcido, ubicada en Tonala 66, en la colonia Roma Norte, nos ofrece un oasis de placer visual y respiro para el alma a través de una amplia serie de fotografías en gran formato que plasman precisamente aquellos instantes donde la Inmensidad se hace presente.
Inmensidades es también una invitación para romper con la monotonía de la vida sedentaria y abrirnos a las infinitas posibilidades y beneficios que nos brinda la contemplación de la vastedad del mundo.
Ya sea la vía láctea fotografiada por Cristina Medellín, o el baile de las aves y las ballenas a lo largo y ancho del mar, plasmado en las fotografías de Sara Amozurrutia, o sumergirnos en las profundidades del océano a través de las imágenes de Nacho Peláez, para regresar a los orígenes de la vida más primitiva.
En definitiva, el universo, la superficie infinita del mar, o la vasta y profunda vida submarina, confluyen y dialogan en este magistral montaje que nace desde el corazón de estos jóvenes artistas, en el cual nos invitan a una travesía para regresar a casa, a nuestra casa interior. Recordemos que somos parte de este mundo natural, y que solo al reconectarnos con él podremos encontrar el verdadero equilibrio y la felicidad en nuestro interior.