LA HABANA, CUBA / SEMlac.- Cuatro premisas fundamentan las bases sobre las que se estructuran las violencias estéticas: el sexismo, la gerontofobia, el racismo y la gordofobia. No son las únicas, pero probablemente sí las más visibles.
Ese canon de belleza occidental y blanco, que exige juventud, delgadez y feminidad, lo vemos en los anuncios, revistas, películas y comienza a imponerse también desde la publicidad que acompaña a no pocos negocios y servicios que van naciendo en Cuba.
Muchas niñas, adolescentes y mujeres han sufrido violencia estética en algún momento de sus vidas, por su peso, color de la piel, porque no son tan “femeninas”, por su edad o por tener algún tipo de discapacidad.
Pero también muchas personas la han ejercido, a menudo sin percatarse, pues se trata de un tipo de maltrato más simbólico, muy instalado en el imaginario social y colectivo.
La psicóloga Carla Padrón Suárez, investigadora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), considera que se trata de “una de las tantas formas a través de las cuales se esclaviza a la mujer, haciéndola invertir mucho tiempo, energía y grandes sumas de dinero en transformar su cuerpo, poniendo en riesgo muchas veces su salud mental y física, por tal de encajar en los estereotipos”.
¿Cómo definiría la violencia estética?
También se le conoce como estilización de la violencia y no es más que todo el conjunto de presiones e imposiciones de cánones estéticos y paradigmas de belleza, socialmente construidos por cada cultura, especialmente para las mujeres.
Estar expuestas a este tipo de violencias genera muchas inseguridades y daños a la autoestima, se nos hace creer que nuestra feminidad y valía como mujeres depende de altos niveles de belleza, regidos por patrones muy excluyentes y alcanzados a cualquier costo.
Anorexia y bulimia, bullying escolar, trastornos de personalidad
Son múltiples los impactos de las violencias estéticas. ¿Cuáles son sus principales causas y consecuencias?
Actualmente, cientos de empresas y medios de comunicación facturan y se enriquecen a costa de infundir inseguridades en las mujeres; nos bombardean por todos los frentes con información de modelos irracionales e inalcanzables de belleza. Todo esto responde a un sistema opresor y patriarcal que nos quiere inseguras, insatisfechas y pendientes, únicamente, de nuestro físico.
Es un método de distracción infalible para que no nos concentremos en buscar formas de liberación e independencia, en todos los sentidos; además de que nos separa y divide entre nosotras mismas. Nos han enseñado a criticar y cuestionar el estilo de vida y la forma en la que otras mujeres lucen.
La violencia estética no nos ayuda a reconocer la belleza y diversidad de todos los cuerpos, sino todo lo contrario: perpetúa el sexismo, el racismo, la gerontofobia y la gordofobia.
Sexismo, porque se trata de una estética pensada por y para los hombres; racismo, porque la blanquitud es el ideal impuesto en nuestras sociedades occidentales; gerontofobia, porque se hace culto a la juventud y se invisibiliza la vejez; y gordofobia, debido a que la crítica y el desprecio a los cuerpos robustos, gordos, ha sido históricamente avalada por la sociedad: cuando no cumples las medidas ’90-60-90′, quedas fuera (90 centímetros de pecho, 60 de cintura y noventa de caderas).
¿Hacia qué rumbos debe encaminarse la atención a este fenómeno en el país?
En Cuba, desde que tenemos mayor acceso a internet y a la globalización, la violencia estética ha llegado a ser más interiorizada. No obstante, en comparación con otros países con grandes sistemas y medios de tratamientos estéticos, el impacto es más fuerte.
Considero que la mejor forma para tratar la violencia estética es a partir de una mayor concientización sobre el fenómeno y un mejor uso de las tecnologías de las comunicaciones y los medios, que promueven modelos a seguir.
Se deben evaluar con cuidado los materiales que se exponen. Este tema no se puede tratar con ligereza. A la par, se deben crear espacios educativos para hablar sobre esta forma de violencia en las escuelas y dentro de la familia. Madres, padres y responsables de la educación en general deben estar al tanto del consumo digital y televisivo de niños y niñas, para así poder mediar en los aprendizajes que están formando el sistema de creencias de nuestros infantes y adolescentes referido a estos patrones estéticos.
AM.MX/fm