CIUDAD DE MÉXICO.- Si consultamos en las enciclopedias por la isla de Wight, sale algo así: «La Isla de Wight es un condado insular situado en la costa sur de Inglaterra, enfrente de la ciudad de Southampton. Coloquialmente es conocida como ‘La isla’ (The island) por sus habitantes. Su población en el año 2001 era de 132.731 habitantes. La isla de Wight es el único distrito unitario de Inglaterra que tiene estatus de condado. Tiene un único representante en el Parlamento». Y hay varios sitios dedicados a ofrecer paquetes de turismo para la isla
Pero nosotros, y la mayoría del mundo que haya escuchado música popular alguna vez en su vida, la conocemos casi exclusivamente por el «Isle Of Wight Festival», un evento realizado hasta ahora en 15 ocasiones (1968, 1969, 1970, y desde 2002 en adelante, salvo este año).
Pretendía ser un evento anual, el más grande que se organizara en Gran Bretaña, de música popular internacional. Así tal cual: el festival de la isla de Wight debía ser un evento enorme y lo suficientemente atractivo como para generar interés de todos lados.
De acuerdo con el portal Futuro, la primera edición del Festival de la Isla de Wight se realizó el sábado 31 de agosto y domingo 1 de septiembre de 1968; tocaron varios grupos sicodélicos de ese entonces, destacando The Move y Jefferson Airplane. Tuvo varios problemas de organización y logística: atrasos en la programación, dificultades para llegar a la isla, etc.
Para el segundo, que se realizó el viernes 29 y domingo 31 de agosto de 1969, se había creado toda una mística con respecto a la isla de Wight. Era el lugar preferido por poetas e intelectuales de la época. Y el festival tuvo números poderosos para la jornada del viernes: tocaron Family, Free, Moddy Blues y The Who. Para el domingo, se presentaron números de Jazz y encabezaron Ritchie Havens, Bob Dylan y The Band.
Esta presentación de Dylan era la primera en público en año y medio, por lo que había mucha expectación por su regreso a los escenarios y el ojo público ya centraba su interés en la isla de Wight. Dylan tocó apoyado por The Band un set Country y Folk, con recreaciones innovadoras de canciones «viejas» y con el sonido de su disco de ese año, “Nashville Skyline”.
Con el éxito de Woodstock, se vio al Festival de la isla de Wight como una oportunidad para batir esos records en las afueras de Nueva York. Y esta vez, los organizadores se tiraron con todo. Se organizaron cinco jornadas en cinco días seguidos, del miércoles 26 al domingo 30 de agosto de 1970. Y el cartel, en esta oportunidad, era impresionante: Jimi Hendrix (en su última presentación en público), The Who (quizás la mejor de todas las presentaciones del festival), The Doors (con un Morrison ya en el final), Taste (con Rory Gallagher en la guitarra, excelentes), Joan Baez, Kris Kristofferson, Joni Mitchell (quien sufrió unos percances bien desagradables en medio de su presentación), Miles Davis, Emerson Lake & Palmer (en su debut en los grandes escenarios), Jethro Tull, Family, Procol Harum, Leonard Cohen (sólido, como siempre), Free, Moody Blues, Gilberto Gil y Sly & The Family Stone, entre otros.
La entrada costaba 3 libras esterlinas del momento, unas 39.86 libras de hoy. Y acá entraron en conflicto con la gente. Con la idea de la revolución en la cabeza, muchísimos reclamaron por el cobro de entrada en un evento que se exigía que fuese gratis. Y, aunque llegaron 600 mil personas al festival (superando el record de Woodstock), el evento de ese año pasó a la historia como el quiebre definitivo de la generación de las flores. Los que se quedaron sin entrada se agruparon en las rejas y divisiones que cerraban el espacio ocupado.
Hubo de todo: violencia, manifestaciones, intentos de echar abajo la cerca y reclamos de todo tipo, muchos de ellos interrumpiendo los actos mientras eran presentados. Se acusaba a los músicos de enriquecerse al cobrar cantidades asombrosas de dinero por sus presentaciones.
Pero todo ya se había viciado y no había vuelta atrás. El festival de ese año le da el cierre definitivo a la paz de los hippies, que de por sí sola era incapaz de mantenerse. Las utopías quedaron atrás y afloró lo más desagradable del ser humano: el egoísmo y la avaricia.
¿Qué más quedaba por hacer? Ya se había visto en la tragedia de Altamount que las grandes masas comenzaban a colapsar rendidas por la falta de comunicación y entendimiento. La violencia había entrado y los ánimos estaban encendidos frente al mundo que colapsaba por todos lados. Hasta el mundo que se habían construido comenzaba a caerse a pedazos. Una revolución que se pelea con una mano en la guitarra y la otra en la billetera.
Es por eso que los recuerdos que pueden quedar de ese festival no son muy agradables. Al final del día, ¿qué es lo que queda? ¿La música? ¿Es por sí sola capaz de sobrellevar todo? En realidad, se hace difícil. Con todo lo que ocurre en el mundo, la música no puede darse el lujo de aislarse y alienarse. Debe interpretar sus tiempos y provocar. Después de esto, sólo quedaba cobrar entrada y llenar interminables campos y estadios. En el documental “Message Of Love”, de Murray Lerner, sobre el festival de 1970, queda todo claro.
AM.MX/fm