Por David S. Celin
Han pasado más de 10 días desde que la Ciudad de México se cimbró. Desde que la Naturaleza se enfureció, que arremetió contra México, contra sus habitantes, contra niños y mujeres, principalmente. Sus 7.1 grados de magnitud fueron suficientes para arrebatarle la vida a más de 350 personas, algunas murieron sin saber qué les pasó.
El 19 de septiembre no se olvidará, aunque se intente. Existirá aunque se trate de negar. Perturbará a todos, aunque pase el tiempo. El recuerdo siempre estará presente. A las 13:14 horas, al igual que a las 7:19, todos guardarán silencio.
Ese día tuve miedo, mas regresar a la redacción fue mi primera reacción ante lo que está viviendo. No lloré, no podía; tampoco podía escribir sobre esa sensación que se apoderó de mi cuerpo, de mi mente, de mi corazón.
Días después, una compañera publicó un evento gratuito. Era del espacio cultural Taller Arteluz, el cual ofrecía la clase “¿Cómo viviste el #sismo19s? Escribe tu historia”, donde la escritora Laura Athié (De cómo cocinaban las abuelas) permitía “registrar, contar y liberarse poco a poco” de lo que nos atormentaba de aquel fatídico martes.
“Cuando no puedes gritar más, ¡escribe! Cuando lo has llorado todo, pero tienes ganas de llorar más, ¡escribe! Cuando el miedo no te deja dormir y recuerdas, aunque quieres olvidar, ¡escribe! Escribir libera, sana, ayuda”, así anunciaron esa fantástica clase.
La cita fue este sábado 30 de septiembre. Doce desconocidos nos reunimos en una de las salas de la sede de Taller de Arteluz, en una de las zonas más azotadas por el sismo, la colonia Roma. Y aunque han pasado 11 días, aún faltan historias por escribirse.
Sí, como el de aquella joven quien tuvo que caminar más de tres horas para llegar al colegio de su hermanito, para descubrir que era una de las víctimas del Colegio Enrique Rébsamen. O de una mujer, que no le preocupó su casa, sino su perro. Una más, que el sismo la reencontró con su marido. O la chica que sufre de tremofobia, y que fortuna (azar, destino o gracia Divina) no estaba en la Ciudad de México, sino celebrando su cumpleaños en Puerto Vallarta.
Comenzamos la clase con lo que vivió Laura. Ese día, ella estaba en Puebla, en donde será su nueva ciudad. Leyó dos textos que escribió sobre sus miedos. Entre ellos, el miedo a entrar a donde fue su casa por 15 años y que ahora dejará atrás, debido a que tuvo daños y prevén que sea derrumbada. Se trata de un departamento en la Roma, en cuya entrada -según leyó- aparecen letreros de cuidado.
Nos pidió escribir tres palabras que se relacionara con el miedo o miedos que experimentamos la tarde del 19 de septiembre. Yo escribí Familia/pareja/incomunicado. Es día me quedé sin teléfono celular, no pude comunicarme con mi familia hasta pasado casi una hora. ¡Una tortura no saber cómo estaban!
Luego, a partir de sencillas palabras escribir una carta. Laura lo tituló como “Carta de los miedos”. Cada uno escribió que sintió, que le movió ese temblor. Uno a uno leyó sus historias. (Sean ciertas o no, a todos nos conmovió).
La mayoría de los presentes éramos periodistas, pero que en aquella ocasión nos convertimos en héroes, en brigadistas, en valientes. Como aquel joven que apoyó, pese a sus miedos, en la búsqueda y recuperación de cuerpos en uno de los edificios derrumbados.
La segunda parte de la clase fue la piedra angular, aquello que nos motiva a seguir adelante. Para ello, nos dividimos en dos equipos, los cuales teníamos que hacer un mural. Elegimos la palabra Reconstrucción, como una forma de decir que quizás nos caímos, pero que estaremos de pie.
Dibujamos, pintamos, coloreamos. NOS LIBERAMOS. Contábamos que hacíamos en aquella tarde, cómo llegamos a nuestras casas. Qué más nos movió.
De nuestro mural resaltaba el puño en alto, un símbolo de aquellas labores de rescate. Eduardo, quien hizo ese dibujo, explicaba que fue uno de los elementos que más lo conmovió. El puño en alto: Silencio, hay esperanza de vida. También predominó el amor, ejemplificado con corazones rojos, y familia, ya sea como palabra o con dibujos. Y el árbol, como metáfora de resistencia y vida.
El otro equipo eligió la palabra Renacer. También plasmaron árboles, la familia, sueños, ángeles, como el de aquella joven, cuyo hermano murió en el colapso del Colegio Enrique Rebsamen.
Fue una clase fantástica. Liberadora. Emotiva. Y con un “Bienvenidos los que llegan a este hogar”, palabras de Julio Cortázar, Laura Ethié se despedía de los que fuimos a su taller.
Habrá otras dos clases gratuitas, los sábados 7 y 14 de octubre. Y aunque es gratuito, pueden llevar donaciones en especie (despensa) para que sea la propia Laura quien los lleve a los damnificados en Puebla, donde tendrá su nuevo hogar.
Colofón: Agradezco a Laura, a Blanca Juárez y a Taller Arteluz el ayudarme a escribir sobre cómo viví ese suceso, y el hacerme volver a caminar por esas calles que fueron duramente castigadas aquel 19 de septiembre, y que por miedo no me atrevía a recorrer.