*Mónica Herranz
Recientemente, en una charla de café, de pronto me encontré conversando con un grupo de personas sobre la situación actual del país y sobre las próximas elecciones en el Estado de México y no, no voy a hacer de esta nota una nota sobre política, sino más bien, pretende ser una nota reflexiva con una hipótesis simbólica sobre por qué estamos como estamos como país y sobre la causa de fondo de los conflictos que nos aquejan. Psicoanalíticamente, en esta charla, llegamos a la siguiente conclusión: México es un país con mucha madre, pero huérfano de padre.
Culturalmente somos un país en el que se venera a la madre por sobre todas las cosas, y ojo, no quiero decir que las madres no puedan ser sujetas de veneración, sino que como cultura, podemos tolerar cualquier ofensa menos que se metan u ofendan a la madre. Hay dos ejemplos que pueden resultar bastante ilustrativos al respecto, uno, la Virgen de Guadalupe, Virgen – Madre, todo poderosa, a la que no se le puede fallar, a quien se le puede solicitar el favor de alguna petición o concesión y a quién se le “pagará” con una manda; mujer divina a quién se le jura y no le puede fallar. Seguramente habrán escuchado alguna vez a alguien que cuente “Fulanito dejó el vicio porque está jurado” o “Perenganita fue a cumplir una manda a la Basílica”. Y no vamos a hablar aquí tampoco de religión, sino de como esta figura de la Virgen de Guadalupe es la imagen de la madre de todos los mexicanos. Por ella hacemos peregrinaciones, mandas, juramentos, caminamos de rodillas del atrio al altar, etc. Ella, desde lo simbólico, es eso, la madre de todos los mexicanos, y en ese sentido tenemos mucha madre, y a esa madre se le respeta, se le venera y se le cumple, independientemente de la moral o condición social, que se tengan. Así, lo mismo se puede observar a personas honestas, de buen corazón que la veneran y respetan, como a personas que roban, estafan o matan, pero que también se arrodillan o santiguan frente a ella. Le tienen respeto y veneración tanto unos como otros, porque es así, somos un país con mucha madre, madre idealizada y de ahí viene el segundo ejemplo. En México, cualquier mujer puede ser una puta menos mi madre, y en el último de los casos mi hermana o hermanas, y no es que esté ni bien ni mal, como ya dije anteriormente, esta nota no es ni de religión ni de política, pero sí de cómo percibimos a la madre como esa figura pura, virgen, idealizada, y si me pongo, hasta sumisa y abnegada. Si es la mujer de otro o la madre de otro puede ser una puta desvalagada, pero la mía ¡jamás!, la mía es como la virgen, pura y santa mi madrecita. Las peores ofensas que podemos decirnos tienen que ver con las madres, ese tipo de ofensas sí rompen vínculos, disuelven relaciones, ese tipo de ofensas sí nos duelen. Y desde esta concepción sagrada de la madre es desde la que se puede considerar que en México tenemos mucha madre. Ah….¡pero cuánta falta de padre!
El padre, pensado desde lo simbólico, es aquella figura que hace que se respete a la madre y que en parte, para velar por el cumplimiento de esta consigna, será el encargado de instaurar orden, disciplina y normas, en fin, autoridad y no sólo para respetar a la madre, sino que será una figura de autoridad en general. En términos de lo real, por ejemplo, seguramente habrán escuchado alguna vez esta famosa frase de “ya verás cuando llegue tu papá”, este es un buen ejemplo del padre como figura de autoridad.
Y en el orden de ideas que vamos siguiendo, si la madre de este país es la Virgen de Guadalupe, ¿quién sería el padre?. Efectivamente, el padre, así en masculino, como su género lo indica, es el gobierno, encarnado en su máximo representante, por el presidente y después por todas las figuras que de él dependen y se desprenden.
El gobierno y su máximo representante, tendrían desde lo simbólico, la función de instaurar el orden, de ser transmisores de la ley, deberían de posibilitar el ingreso del sujeto en la cultura y es ahí donde nuestro pobre México está muy huérfano de padre.
En un país, en donde desde los más pequeños detalles hasta los más relevantes e importantes están impregnados de corrupción, de desorden, de injusticia, la ausencia de padre o de esta figura de padre simbólico resulta evidente. Se rompe y se quebranta la ley sin temor alguno, no hay consecuencias por ello, así en ejemplos cotidianos podemos observar como se llevan a cabo miles de asaltos diariamente y no pasa nada o como se llevan a cabo miles de actos ilegales, irregulares, ilícitos o fuera de la ley y tampoco pasa nada. No hay autoridad. Y lo que es peor, quien funge como esa figura de padre es el primero en quebrantar la norma. Entonces ¿cómo se va a instaurar en un país la ley del padre si él mismo es quien la quebranta? ¿qué ejemplo le da a sus “hijos” – ciudadanos?. Y así anda este pobre México, carente de ley, carente de autoridad, ¡con tanta madre y tan huérfano de padre!
Además de esta reflexión, como grupo en la charla mencionada al principio, quedó la pregunta al aire sobre si los mexiquenses podrán apostar por una nueva madre o apostarán por el ya conocido lado del padre. No habremos de esperar mucho, pronto tendremos la respuesta.
*Mónica Herranz
Psicología Clínica – Psicoanálisis
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