La Corte Suprema de Justicia de Taiwán declaró inconstitucional el código civil y exigió la legalización del matrimonio homosexual, lo que convierte a la isla en el primer lugar de Asia en permitirlo.
El máximo tribunal taiwanés declaró inconstitucional la parte de la ley matrimonial que afirma que “personas del mismo sexo no pueden entrar en un matrimonio legal” y se exigió su enmienda en el plazo de dos años, anunció el secretario de la corte, Lu Tai-lang, en rueda de prensa.
La decisión llegó por amplia mayoría. De los 14 jueces del Tribunal, solo dos se pronunciaron en contra. Hacían falta 10 opiniones a favor.
La declaración de la Corte Suprema responde a consultas sobre la constitucionalidad de la actual ley matrimonial presentadas por el veterano activista de los derechos de los homosexuales Chi Chia-wei y el gobierno municipal de Taipei.
En 1986, en un momento clave de la ley marcial de Taiwán, Chi hizo lo que para muchos era impensable en esa época, declarase públicamente como homosexual y pedir -sin éxito, el registro legal de su unión con su pareja.
En 2015, tras un nuevo intento fallido, elevó una consulta de interpretación al Supremo por considerar que la prohibición violaba los derechos de los artículos 7 y 22 de la Constitución, que establecen que todas las libertades y derechos del público que no perjudiquen el orden social o el bienestar público están garantizados.
“Estoy saltando de alegría como un pájaro. Ahora solo espero que el Parlamento le dé prioridad a este asunto y no lo arrastre durante dos años”, aseguró Chi.
Por el contrario, grupos religiosos y conservadores recibieron con protestas y consternación la decisión, que según ellos asesta un duro golpe a la tradición china de la isla, la familia tradicional y la moralidad social.
“El matrimonio entre personas del mismo sexo no afectará a la aplicación del capítulo sobre matrimonio entre personas de sexo opuesto. Tampoco alterará el orden social”, precisa la resolución en lo que parece casi una respuesta directa a los argumentos de quienes se oponían a estas uniones.
“Es más, la libertad de matrimonio entre dos personas del mismo sexo, una vez reconocida su legalidad, constituirá la base colectiva, junto con el matrimonio entre personas del sexo opuesto, para la estabilidad de la sociedad”, agrega el texto calificado por los activistas LGBT como “formidable”.
En el campo político, tanto la presidenta, Tsai Ing-wen, como la mayoría de los legisladores del gobernante Partido Demócrata Progresista se han manifestado a favor del matrimonio homosexual.
A finales del 2016, cuando se introdujo un proyecto de enmienda de la ley matrimonial en el Parlamento, se registraron multitudinarias manifestaciones a favor y en contra, pues en la sociedad hay una fuerte división de opiniones.
Grupos religiosos y conservadores, como la Alianza de los Grupos Religiosos de Taiwán para la Protección de la Familia, han pedido que la cuestión se someta a referéndum y han advertido de los efectos nocivos de la legalización, que presenta un modelo sexual y familiar en conflicto con la tradición.
Pese a ello, Taiwán es un paraíso de tolerancia para el colectivo LGBT frente a la rigidez con que se vive la homosexualidad en los países vecinos. En Indonesia dos jóvenes acusados de mantener relaciones sexuales han recibido esta semana a 100 bastonazos en una ceremonia pública donde una multitud enfebrecida les insultaba y escupía ofreciendo una imagen más cercana a la Edad Media que al siglo XXI.
Además, 141 hombres fueron arrestados el lunes en una sauna gay en Yakarta, en lo que los activistas de derechos humanos consideran un recrudecimiento de la homofobia en el país musulmán más poblado del mundo.
Recientemente, en Corea del Sur, los militares han sido acusados de organizar una caza de brujas contra soldados gays y en Bangladés la sospecha de homosexualidad ha llevado hace una semana a 27 hombres a la cárcel en un país en el que ser gay está considerado un delito. En Brunéi o Myanmar es aún peor: en el primer país la homosexualidad está penada con la muerte por lapidación, en el segundo con cadena perpetua.