CIUDAD DE MÉXICO.- Dos años después de ganar la Palma de Honor, Marco Bellocchio regresó a Cannes 2023 con una nueva película, “El secuestro del Papa”, en la Sección Oficial. En 1858, en el barrio judío de Bolonia, Edgardo Mortara (Enea Sala), un niño de 7 años, es apartado de su familia por las autoridades papales. La niñera de esta familia de 9 hijos había bautizado en secreto al pequeño, que, de acuerdo con la ley papal, debía recibir una educación católica o ser considerado un apóstata. La lucha de los padres (Fausto Russo Alesi y Barbara Ronchi) adquiere rápidamente una dimensión política.
Es importante mencionar un poco la vida de este reconocido director para entender a profundidad su interés por contar esta historia: Marco Bellocchio ha tenido una relación de amor-odio con la Iglesia católica. Educado, hace ochenta años, en el seno de una familia católica, su compromiso con la izquierda, el partido comunista y en contra del sistema poderoso, le hizo cuestionar a través de su cine muchos de los dogmas de fe del Vaticano y del Estado italiano.
En “El secuestro del Papa”, última película presentada en competición en el Festival de Cannes, cuenta un caso real y terrible, que demuestra cómo se formó Italia como país y resalsalta sus cimientos: la violencia, el fanatismo religioso y el intento de exterminio de los “otros” – los diferentes.
Estéticamente para contar esta historia, que provocó un verdadero escándalo en Italia y más allá de sus fronteras, Bellocchio imaginó un gran fresco barroco en el que se mezclan lo íntimo y lo político, lo dramático y lo imaginario: las caricaturas que cobran vida ante los ojos del Papa Pío IX (Paolo Pierobon), el traslado nocturno de Jesús de su cruz y la truculenta escena en la que el pontífice se imagina en la cama, rodeado de rabinos dispuestos a circuncidarlo en represalia.
A partir de esta figura pontificia, el cineasta italiano traza un vitriólico retrato de un hombre aparentemente bueno pero auténticamente cascarrabias, voluntariamente reaccionario (“El progreso lleva a la ruina”, afirma) y con una fuerte tendencia a ejercer la humillación sobre otros, como en esas incómodas escenas, en las que obliga a los representantes judíos (los auténticos) a besarle los zapatos, o en la que fuerza al joven héroe, ya adulto (Leonardo Maltese), en pleno exceso de sumisión y definitivamente abrazado, a dibujar con la lengua tres cruces en el suelo de mármol de una basílica.
Es una ocasión para subrayar con intensidad y maestría – no es de extrañar, dadas todas las instituciones de las que ya se ha burlado Bellocchio – la rigidez de la Iglesia y su proselitismo represivo que la lleva a lo peor – más tarde hubo un segundo secuestro de un niño por la institución católica.
La poderosa película de Bellocchio está salpicada de escenas desgarradoras, algunas de las cuales se hacen eco unas de otras. En esta cinta nos damos cuenta que la túnica de un Papa nunca vale más que el dolor y fuerza de una madre para esconderse del mundo. Y sin embargo, la decadencia de una institución y el levantamiento de un pueblo en busca de unificación parecen insignificantes frente a la ruptura de una familia.
AM.MX/fm