CIUDAD DE MÉXICO, 5 de marzo (EDT).— Arqueólogos, que conforman el proyecto del Gran Acuifero Maya, redescubrieron Balamkú, un santuario subterráneo de Chichén Itzá, en donde se han encontrado ofrendas y artefactos que podrían remontarse a alrededor del año 1,000 d.C., ¡y están casi intactos!
El santuario subterráneo se encuentra en alrededor de 24 metros de profundidad y los investigadores han explorado los primeros 500 metros de largo, donde se han encontrado con vasijas que aún conservan restos carbonizados, alimentos, semillas, jade, concha y huesos, entre otros elementos que los antiguas mayas ofrecían a sus dioses.
Guillermo de Anda, arqueólogo encargado del proyecto, informó que los trabajos en Balamkú —que significa “Dios Jaguar”— se tratan de un proceso de redescubrimiento, dado que el santuario subterráneo fue descubierto en los años 60, pero en aquél momento se decidió sellarla, quizá para protegerla, y solo se emitió un breve informe que en esencia quedó olvidado en los archivos gubernamentales.
“El mayor de los tesoros es que esta cueva radica en que no ha sido alterada ni tampoco saqueada. Es una cueva muy laberíntica y los objetos encontrados no serán extraídos porque estamos implementando una nueva metodología”, informó Guillermo de Anda.
Los primeros estudios indican que la mayoría de los incensarios son “tipo Tláloc”, ofrenda para que hubiera agua de lluvia en la región. Hasta el momento se han contabilizado 150 incensarios; sin embargo, aún hace falta contabilizar otros objetos. Los objetos encontrados podrían corresponder al Clásico Tardío (700-800 d.C.) y Clásico Terminal (800-1000d.C.).
La primera fase de exploración en el santuario subterráneo incluye la creación de un modelo en 3D de la cueva; aunque la cueva ha sido explorada apenas en una tercera parte de su extensión total.
A la fecha se han encontrado siete ofrendas con incensarios y vasijas. Y a decir de los expertos, esto “va a cambiar la noción que tenemos de Chichén Itzá porque nos dará respuestas muy concretas, sobre todo a cronologías cerámicas”. Además, se tendrá mucha cautela, en el que incluso se recolectará el lodo porque éste también puede decir mucho.
“El acceso a la cueva está muy limitado, no hay más de cuatro personas al interior trabajando. Además, el oxígeno es muy escaso y cada vez es más difícil entrar para registrar todo. Sin embargo, es una gran suerte haber estado en este lugar porque significa una segunda oportunidad en la arqueología”, afirmó De Anda.
La cueva está siendo resguardada por el INAH en colaboración con los ejidatarios de la zona. Cabe destacar que el financiamiento del proyecto está a cargo de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, la National Geographic Society y la Universidad Estatal de California.
EDT/dsc