LA HABANA, CUBA / SEMlac.- Llegar a la edad adulta y envejecer a la par que lo hace la población en general es todavía un gran reto para muchas personas trans en la región de América Latina y también en Cuba.
La discriminación, la transfobia y la exclusión social son los principales factores que vulneran la calidad y esperanza de vida de las personas trans y con ello se les niega su derecho a la vejez, asegura Malú Cano Valladares, coordinadora nacional de la Red de personas trans, parejas y familias (Transcuba), en el tercer número de la revista Transcuba publicado este 2024.
Datos citados por Cano Valladares en su artículo “Vejez trans, nuestra realidad” dan cuenta de una disparidad que, a su juicio, no debería pasar inadvertida y apunta a la hipótesis de que un paradigma encontrado en otros países de la región también podría reproducirse en la nación caribeña: “envejecer siendo una persona trans constituye un logro”.
La alerta inicial sobre el tema surgió a partir de los datos de la primera encuesta realizada en Cuba a personas trans, en 2018, realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, financiada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, con el acompañamiento de Transcuba, Salud Pública y el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Sin embargo, se trata de un tema que necesita estudiarse con profundidad, sobre todo teniendo en cuenta las particularidades del contexto cubano y sus condicionantes, advierten especialistas.
Vidas en desventaja
Históricamente, la vida de las personas trans ha estado marcada por factores psicosociales adversos desde las primeras etapas de la vida, cuando se manifiesta su identidad y expresión de género, apunta el artículo.
Uno de esos factores es el rechazo y la exclusión familiar, que lleva a muchas a “salir de casa a temprana edad, sin recursos, sin formación educativa y sin herramientas laborales, suscribe Cano.
Una mirada a los datos de la encuesta revela que la mayoría (55,6%) tenía a lo sumo la enseñanza media terminada, 39,4 por ciento había concluido la enseñanza media superior y apenas cinco por ciento, la universitaria.
“Como resultado, mientras dos de cada tres personas (65,7%) tienen vencida la enseñanza media superior, en el caso de las personas trans, menos de la mitad (44,5%) lo logran”, suscribe Cano Valladares.
La activista llama la atención acerca de que estas diferencias se hacen notorias al culminar la enseñanza media y lo asocia, posiblemente, al rechazo que hace la familia ante las primeras transformaciones visibles en sus cuerpos y expresiones, como parte de la construcción de su identidad de género, lo que “las compulsa en ocasiones a salir del hogar y buscar sustento propio”.
Tampoco descarta el efecto que tienen las disposiciones normativas y reglamentos escolares, que excluyen a las personas no binarias respecto al uso de uniformes, baños y largo del cabello, entre otros aspectos.
“A lo que habría que agregar, por considerarse un facilitador de la deserción escolar, la violencia homofóbica y transfóbica ejercida fundamentalmente por los pares, pero también por otros actores del sistema educacional y que se manifiesta mediante burlas, humillaciones, acoso psicológico, agresiones físicas y hasta exclusión”, señala la coordinadora de Transcuba.
La prostitución y el trabajo informal terminan siendo, para muchas, la vía de sustento y subsistencia, con la consiguiente desprotección laboral y exposición a riesgos altos para la salud y la vida.
La situación se agrava para ellas frente a los distintos tipos de violencia que viven, alerta la activista. Pese a los recientes avances en materia jurídica que fortalecen su protección, como la Constitución de 2019 y el Código de las Familias aprobado en referendo en 2022, los prejuicios siguen generando “estigmatización, discriminación y criminalización hacia las personas trans por el solo hecho de serlo”.
El rechazo, la exclusión, el acoso y la persecución social, institucional y policial son impedimentos al pleno goce de sus derechos y a disfrutar de una vida digna y libre de violencia, agrega.
Ir hacia un cambio de paradigma cultural, que erradique la transfobia; asegurar entornos familiares, laborales y sociales de empatía, respeto y seguridad; garantizar su educación y derechos y brindarles oportunidades laborales, con acceso a la jubilación, son algunas de las acciones que se han identificado como necesarias desde Transcuba, apunta Cano Valladares.
En su opinión, solo “un enfoque interseccional y con perspectiva de género sobre el proceso de envejecimiento de las personas trans permitirá construir estrategias que garanticen un envejecimiento decoroso y una vejez digna”.
AM.MX/fm