CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando Viernes de locos se estrenó en 2003, nadie imaginó que esa comedia familiar de intercambio de cuerpos se convertiría en un clásico instantáneo. Tampoco que la química entre Lindsay Lohan y Jamie Lee Curtis sería uno de los mayores aciertos de la cinta. Más de 20 años después, con el regreso de ambas actrices en Otro viernes de locos, queda claro que esa conexión no fue un accidente: fue magia generacional.
En una industria donde las duplas memorables muchas veces nacen del guion más que de la empatía real, lo que Curtis y Lohan lograron fue algo raro: una relación actoral tan creíble como entrañable, que logró capturar con autenticidad las tensiones, enredos y ternuras del vínculo madre-hija.
Una conexión que nació en el set
Durante el rodaje de la cinta origina en 2003, Jamie Lee Curtis ya era una actriz consolidada, conocida por su versatilidad en comedia (True Lies) y terror (Halloween), mientras que Lindsay Lohan daba su salto definitivo tras Juego de gemelas (1998). Podría haber sido una típica relación de veterana con promesa juvenil, pero lo que ocurrió fue una mezcla de respeto, admiración mutua y química espontánea.
Curtis ha contado en entrevistas que quedó impresionada por el talento natural de Lohan, y que rápidamente se estableció entre ellas una dinámica de confianza. Esa familiaridad se tradujo en escenas memorables, desde el intercambio de personalidades hasta los momentos más emotivos del filme. Lohan, por su parte, ha dicho que Curtis fue una figura muy presente y protectora durante la filmación, especialmente considerando que ella tenía apenas 16 años.
Del caos adolescente al vínculo real
La trama de Viernes de locos jugaba con el caos: una madre estructurada atrapada en el cuerpo de su hija adolescente rebelde, y viceversa. Pero lo que la hizo funcionar fue la forma en que Curtis y Lohan se entregaron a sus personajes y se divirtieron con la premisa. Esa capacidad de reírse de sí mismas, de imitarse y de exagerar fue lo que encantó al público.
Esa misma complicidad es la que vuelve ahora, dos décadas después, en Otro viernes de locos. En esta nueva entrega, el vínculo entre madre e hija evoluciona hacia una etapa distinta, donde hay más de una adolescente con nuevos retos y dilemas generacionales.
Más allá del guion: una amistad que perdura
Lo más llamativo de este regreso es que, aunque ambas actrices han seguido caminos muy distintos, el cariño y la cercanía siguen intactos. Jamie Lee Curtis ha sido una defensora pública del regreso de Lohan a la industria y una de las voces que más celebró su recuperación y nuevos proyectos. De hecho, fue la propia Curtis quien durante años expresó su interés en hacer una secuela de Viernes de locos, y su entusiasmo fue clave para que el proyecto tomara forma.
Ese respaldo, genuino ha sido una muestra clara de lo que representa su vínculo: algo que va más allá de una simple colaboración actoral.
Una dupla que marcó y sigue marcando
Lo que vuelve a hacer especial Otro viernes de locos no es solo el regreso de sus protagonistas, sino lo que ambas representan. Jamie Lee Curtis simboliza la madurez, la experiencia, la contención emocional; Lohan encarna el renacer, la segunda oportunidad, el brillo de quien regresa después de un momento oscuro. Juntas, vuelven a enseñarnos que los lazos pueden transformarse, pero nunca se rompen del todo.
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EDT/kmj