CIUDAD DE MÉXICO, 19 de agosto, (EDT).— Desde que la fotografía apareció ha permitido que la historia de la humanidad quede registrada en innumerables imágenes que nos hablan de costumbres, personas, lugares, animales, vegetación, sucesos, hechos históricos.
Pero además de ser una herramienta para documentar la historia, para Sebastián Gil Miranda, entender a la fotografía como un arma de cambio social fue una idea que le llegó de golpe luego de un viaje a Cuba.
Hasta sus 33 años se había recibido de psicólogo, era profesor universitario y dirigía teatro. Después de unas vacaciones en Cuba, se dio cuenta de que lo suyo era la fotografía con compromiso social y cambió su vida convirtiéndose en un fotógrafo documental dedicado a temáticas humanitarias.
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Su trabajo no solo lo ha llevado a encontrarse con otras culturas, estilos de vida y contextos muy distintos y hostiles sino también le permitió encontrar en estos mismos espacios hostiles: la belleza, la bondad, la hermandad, la esperanza. Decidió capturarla con su cámara de fotos y ayudar a estos artistas del cambio social en sus colosales tareas.
Una vez huí de un chico que me apuntaba con una pistola. Me preguntó: por qué corres si solo quiero hablar contigo? Yo le respondí: Si quieres hablar conmigo, no me apuntas con un arma.
El chico le respondió: Oye, eso que tú traes ahí —refiriéndose a su cámara—, también es un arma.
“Y es que apunto, disparo, capturo”, dice Sebastián, quien con ayuda de su arma ha logrado apoyar a visibilizar diversas causas sociales que gracias a ello han conseguido financiamiento.
Aquí algunas de las causas que Sebastián ha apoyado
Tuany Nascimento, de 25 años, decidió tatuar en delicadas líneas en el lado izquierdo de su vientre dice mucho sobre su personalidad: “Lo único que me interesa es lo imposible”. También define su proyecto de vida, una escuela de ballet gratuita en Morro do Adeus, en el Complexo do Alemão, que fundó a los 18.
Hoy, la bailarina guía los primeros pasos de ballet de 38 niñas y un niño, pero hace siete años, apenas ocupaba una esquina de una cancha deportiva para estirar y entrenar saltos durante los descansos de su trabajo como becaria de marketing.
Gracias a la visibilidad que le dieron las imágenes de Sebastián, las niñas lograron obtener el financiamiento para este nuevo espacio seguro para las niñas, que viven en una de las zonas más violentas de Brasil. Antes las clases tenían que suspenderse por los continuo tiroteos.
Las niñas recibieron donativos en especie como ropa y zapatillas de ballet.
La fotografía social, la publicación de una historia puede significar una posibilidad de cambio social.
Sebastián también ayudó a visibilizar la historia de una tribu guaraní que necesitaba ayuda para construir un puente que le permitiera a los niños llegar a la escuela más fácilmente, pues tenían que atravesar un arroyo. Igualmente necesitaban agua potable y luz eléctrica. La fotografía se publicó en medios y la presión mediática terminó por hacer que las autoridades apoyaran a esta tribu con sus necesidades.
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EDT/TIV