Karen Castillo Castillejos
En la actualidad, cada vez es más frecuente encontrarnos con piezas artísticas caracterizadas como incomprensibles, en las cuales los artistas suelen utilizar más recursos de lo cotidiano para la elaboración de sus piezas.
Utilizar sillas, narrar relatos comunes, video grabar a la gente común, ocupar casas deshabitadas, correr y solo correr en escena…entre otras cosas, se ha convertido en una manifestación común de los artistas de nuestra época; los que han sido señalados de “revolucionarios” o de manera totalmente contraria, de fracasados que trabajan a través del sin sentido.
La existencia de este tipo de manifestaciones artísticas ha obligado a la sociedad a preguntarse, ¿Qué es el arte?, específicamente el de una época que parece desdibujar los límites, religiosos, morales, políticos y disciplinarios que han restablecido el orden de la sociedad.
La pregunta, por supuesto, no es nueva y en cierto sentido, jamás ha sido contestada; sin embargo, es una pregunta que cada vez toma más fuerza porque se siente el temor de la pérdida del arte de museo, aquel que tiene cierta característica apolínea, que determina aquello que es o no es bello.
En su libro Arte Liquido, Zygmund Bauman, exploraba el concepto de arte contemporáneo, argumentando que el mismo estaba teniendo una transición hacia el desvanecimiento, donde no había distinción entre lo nuevo y lo desechado; aludiendo a la sociedad de consumismo como una de las variables explicativas, por las cuales el arte construye cada vez más metáforas inpermanentes.
La perspectiva de Bauman y de otros tantos teóricos, es el eco de una sociedad que proclama la existencia de artistas “serios”, que como Miguel Ángel o Boticelli, creen piezas que reflejen la sociedad actual y que su vez generen discursos visibles y permanentes durante épocas.
Se añoran los tiempos de la pintura clásica, donde la técnica era visible, las figuras humanas parecían tener una forma, los estudios eran más especializados y por la tanto aún más inaccesibles.
Por alguna extraña razón, se añora el retorno del arte a una época en la que se consideraba que el artista tenía cierta cercanía con lo divino, o en todo caso con los placeres incontrolables del cuerpo que se encausaban a través de una pieza. Por alguna extraña razón, se añora aquel arte al que no se tenían acceso, ya que estaba encerrado en museos que cobran cuotas muy altas para tener acceso al ejercicio de creación de un artista.
Se añoran aquellos métodos a los cuales solo podían acceder las personas con recursos, o las personas con ciertas cualidades físicas, las que nos hacían pensar que los artistas no eran sujetos reales, si no que habían nacido con verdadero “don” de la creación.
El arte, por el contrario, está demostrado que es mucho más flexible y que no puede mantenerse más, en el centro de categorías románticas que le han impedido expresar lo que verdaderamente siente.
Si pensamos que el arte surgió como un ejercicio cotidiano, como una necesidad expresiva, como una manera de acercarse a los dioses, el arte actual no rompe ninguna regla; ya que cada vez vemos más ejercicios en los que el artista toma como estímulo lo sucedido en la vida cotidiana.
Artistas como Miranda July, a través de proyectos como, Learning to Love you more, busca acercar a los espectadores a su propia realidad y hacerles notar que las piezas de arte no son más que la exaltación de las sensaciones y vivencias que todo ser vivo tiene; evidenciando que los artistas no son seres especiales, solo son personas capacitas para construir metáforas alrededor de lo común.
Por supuesto, no podemos afirmar que todos los trabajos del arte contemporáneo puedan ser concebidos como “buenos”, en efecto, muchos se encuentran perdidos habiendo olvidado que el arte tenía como objetivo comunicar. Sin embargo, tampoco vale la pena, insistirles a los artistas, que creen bajo categorías atemporales que se sostienen en el centro la concepción de lo bello.
No perdamos el tiempo en definir que logra ser o que no logra ser arte, la ruptura de los límites disciplinarios, ha provocado que este se involucre con todo tipo de creación, por lo que han surgido propuestas que vienen desde la ciencia o la tecnología, tal es el caso del bio-arte o de aquellas piezas escénicas que incluyen a robots como parte de su elenco.
Por lo que quizá, es tiempo de replantear la pregunta o bien su respuesta. Vivir y sentir el arte, debería ser la consigna del espectador, así como la del artista debería ser, hacer uso de su técnica o la ruptura de la misma para insertar un mensaje en la sociedad que habita.