CIUDAD DE MÉXICO.- De acuerdo con un artículo de CINEMANÍA, estas so las mejores películas realizadas hace exactamente cien años, en 1924.
‘Los peligros del flirt’ (Ernst Lubitsch)
La sonrisa que se dibuja en la cara de Adolphe Menjou cuando cree haber descubierto en flagrante infidelidad a su esposa (una mercurial Marie Prevost), de quien está deseando divorciarse, sintetiza a la perfección el sentido del humor de esta explosiva comedia romántica, segunda película y primera obra maestra de Lubitsch en Hollywood; normal que años después le hiciera un remake musical: ‘Una hora contigo’ (1932). Equívocos y sobreentendidos activan la libido despendolada de dos parejas que se acercan y alejan entre sí, formando un delicioso carrusel de flirteos juguetones, seducciones no solicitadas y flambeados ofrecimientos. El toque Lubitsch en puro esplendor.Cinemanía
Tan solo una docena de personas vieron el montaje de 42 rollos (más de 8 horas de duración) de la adaptación del novelón McTeague que Von Stroheim proyectó en enero de 1924. En el estreno comercial de diciembre, esta obra maestra de épica naturalista y radiografía existencial había sido cercenada hasta 2 horas. “Es como ver en la morgue el cuerpo mutilado de la mujer que amas”, declaró décadas después. La restauración actual alcanza 4 horas que saben a pura ambrosía.
‘Avaricia’ (Erich von Stroheim)
Tan solo una docena de personas vieron el montaje de 42 rollos (más de 8 horas de duración) de la adaptación del novelón McTeague que Von Stroheim proyectó en enero de 1924. En el estreno comercial de diciembre, esta obra maestra de épica naturalista y radiografía existencial había sido cercenada hasta 2 horas. “Es como ver en la morgue el cuerpo mutilado de la mujer que amas”, declaró décadas después. La restauración actual alcanza 4 horas que saben a pura ambrosía.Cinemanía
Buscando la emancipación del cine como lenguaje, de manera que dejase atrás cualquier residuo heredado del teatro o la literatura, Murnau y el guionista Carl Mayer decidieron contar el drama laboral de un portero de hotel desterrando los intertítulos. ¿Por qué leer cuando ya lo dicen todo las imágenes de la cámara flotante de Karl Freund, realizando los movimientos más incréibles, y el rostro del supremo Emil Jannings despliega una gestualidad capaz de llenar enciclopedias? Esta cumbre es un vestigio de lo alto que habría podido llegar el cine pedaleando solo.
‘El último’ (F. W. Murnau)
Buscando la emancipación del cine como lenguaje, de manera que dejase atrás cualquier residuo heredado del teatro o la literatura, Murnau y el guionista Carl Mayer decidieron contar el drama laboral de un portero de hotel desterrando los intertítulos. ¿Por qué leer cuando ya lo dicen todo las imágenes de la cámara flotante de Karl Freund, realizando los movimientos más incréibles, y el rostro del supremo Emil Jannings despliega una gestualidad capaz de llenar enciclopedias? Esta cumbre es un vestigio de lo alto que habría podido llegar el cine pedaleando solo.
Después de marcarse la doble entrega de ‘El doctor Mabuse’ (1922), Fritz Lang y Thea von Harbou siguieron pensando a gran escala y abordaron en dos partes el poema más épico de la mitología germánica con toda la maquinaria de la UFA a su disposición. El díptico colosal que forman ‘La muerte de Sigfrido’ y ‘La venganza de Krimilda’ hace palpable su mundo de fantasía como pocas veces se ha logrado, aunque nunca le perdonaremos lo de matar al pobre dragón Fafnir cuando estaba bebiendo agua. Duele más que cualquier CGI.
‘Los nibelungos’ (Fritz Lang)
Después de marcarse la doble entrega de ‘El doctor Mabuse’ (1922), Fritz Lang y Thea von Harbou siguieron pensando a gran escala y abordaron en dos partes el poema más épico de la mitología germánica con toda la maquinaria de la UFA a su disposición. El díptico colosal que forman ‘La muerte de Sigfrido’ y ‘La venganza de Krimilda’ hace palpable su mundo de fantasía como pocas veces se ha logrado, aunque nunca le perdonaremos lo de matar al pobre dragón Fafnir cuando estaba bebiendo agua. Duele más que cualquier CGI.Cinemanía
Aún no se ha superado el ingenio de la película que mejor se ha reído del propio cine, a la vez que celebra el poder de ensoñación de las imágenes en movimiento. Sobre todo si en ellas está Buster Keaton partiéndose la crisma (años después descubrió que se había roto el cuello en este rodaje) o entrando en otra realidad a través de la pantalla, asombro que desde entonces sueña con repetir todo director.
‘El moderno Sherlock Holmes’ (Buster Keaton)
Aún no se ha superado el ingenio de la película que mejor se ha reído del propio cine, a la vez que celebra el poder de ensoñación de las imágenes en movimiento. Sobre todo si en ellas está Buster Keaton partiéndose la crisma (años después descubrió que se había roto el cuello en este rodaje) o entrando en otra realidad a través de la pantalla, asombro que desde entonces sueña con repetir todo director.Cinemanía
Gloria Swanson conquista con su luz radiante cada plano de Allan Dwan mientras interpreta a una chica normal y trabajadora, con corte de pelo bob y chicle perenne en la boca, que en esta sátira del ascensor social neoyorquino pasa por varios trabajos (incluido fingir que es una aristócrata rusa exiliada) y chascos afectivos hasta llegar a uno de esos besos finales para los que se inventó el cine.
‘Juguete de placer’ (Allan Dwan)
Gloria Swanson conquista con su luz radiante cada plano de Allan Dwan mientras interpreta a una chica normal y trabajadora, con corte de pelo bob y chicle perenne en la boca, que en esta sátira del ascensor social neoyorquino pasa por varios trabajos (incluido fingir que es una aristócrata rusa exiliada) y chascos afectivos hasta llegar a uno de esos besos finales para los que se inventó el cine.Cinemanía
No son pocas las obras maestras que había hecho ya Stiller antes de su última película en Suecia, en la que despliega una estructura narrativa llena de flashbacks y acciones paralelas. Adaptación de la primera novela de Selma Lagerlöf, ganadora del Nobel, disecciona los vicios de la sociedad sueca a través de los ojos de un sacerdote luterano caído en desgracia a quien solo Greta Garbo puede redimir.
‘La leyenda de Gösta Berling’ (Mauritz Stiller)
No son pocas las obras maestras que había hecho ya Stiller antes de su última película en Suecia, en la que despliega una estructura narrativa llena de flashbacks y acciones paralelas. Adaptación de la primera novela de Selma Lagerlöf, ganadora del Nobel, disecciona los vicios de la sociedad sueca a través de los ojos de un sacerdote luterano caído en desgracia a quien solo Greta Garbo puede redimir.Cinemanía
El cineasta sueco (ya en Hollywood, firmando como Victor Seastrom) convirtió a Lon Chaney en el payaso triste más triste de la historia del cine. Robado, humillado, deshumanizado y sin nombre siquiera, se gana la vida con la risa que entra cada vez que le dan un sopapo. Hasta que una radiante Norma Shearer se cruza en su camino, y ya sabemos lo que toca cuando aparece una chica guapa: sufrir más.
‘El que recibe el bofetón’ (Victor Sjöström)
El cineasta sueco (ya en Hollywood, firmando como Victor Seastrom) convirtió a Lon Chaney en el payaso triste más triste de la historia del cine. Robado, humillado, deshumanizado y sin nombre siquiera, se gana la vida con la risa que entra cada vez que le dan un sopapo. Hasta que una radiante Norma Shearer se cruza en su camino, y ya sabemos lo que toca cuando aparece una chica guapa: sufrir más.Cinemanía
Cuando Harold Lloyd voló fuera del nido del productor Hal Roach quiso hacer lo que todo genio cómico intenta alguna vez: ganarse la respetabilidad de los siesos poniéndose más serio. Afortunadamente, de eso último fue incapaz. Puede que la historia de este sastre patológicamente tímido se plantease como un estudio de personaje, pero su plasmación es una de las películas más divertidas de la carrera de Lloyd. Desde la parodia directa de arquetipos sociales de la época (cómo ligar con una ‘vamp’, cómo seducir a una ‘flapper’) hasta la carrera contrarreloj más frenética de la época (maravillosa rivalidad la que mantenía con Buster Keaton en este terreno) que se ha pegado nunca nadie para detener una boda.
‘El tenorio tímido’ (Fred C. Newmeyer & Sam Taylor)
Cuando Harold Lloyd voló fuera del nido del productor Hal Roach quiso hacer lo que todo genio cómico intenta alguna vez: ganarse la respetabilidad de los siesos poniéndose más serio. Afortunadamente, de eso último fue incapaz. Puede que la historia de este sastre patológicamente tímido se plantease como un estudio de personaje, pero su plasmación es una de las películas más divertidas de la carrera de Lloyd. Desde la parodia directa de arquetipos sociales de la época (cómo ligar con una ‘vamp’, cómo seducir a una ‘flapper’) hasta la carrera contrarreloj más frenética de la época (maravillosa rivalidad la que mantenía con Buster Keaton en este terreno) que se ha pegado nunca nadie para detener una boda.
La épica de la construcción de una nación, representada por la línea de ferrocarril que uniría el continente de una punta a otra, contada a través de la plurinacional obrera que dejó su sudor, piel y sangre en la colocación de las vías (lo del exterminio nativo, otro día). Un western de talla épica y sensibilidad conmovedora; como el Lincoln casamentero que aparece.
‘El caballo de hierro’ (John Ford)
La épica de la construcción de una nación, representada por la línea de ferrocarril que uniría el continente de una punta a otra, contada a través de la plurinacional obrera que dejó su sudor, piel y sangre en la colocación de las vías (lo del exterminio nativo, otro día). Un western de talla épica y sensibilidad conmovedora; como el Lincoln casamentero que aparece.Cinemanía
Dos de los mejores cineastas daneses, juntos: Dreyer, regio como siempre en la dirección; Benjamin Christensen, interpretando a un pintor enamorado de su apolíneo modelo. Esta tristísima historia de desamor y traición, donde la captura de la mirada ajena es primordial, deja su mayor puñalada para un montaje alterno final que no, no tiene salvación en el último minuto.
‘Michael’ (Carl Theodor Dreyer)
Dos de los mejores cineastas daneses, juntos: Dreyer, regio como siempre en la dirección; Benjamin Christensen, interpretando a un pintor enamorado de su apolíneo modelo. Esta tristísima historia de desamor y traición, donde la captura de la mirada ajena es primordial, deja su mayor puñalada para un montaje alterno final que no, no tiene salvación en el último minuto.Cinemanía
Una diva de la ópera (Georgette Leblanc), mansiones imposibles (triunfo del diseño artístico con Robert Mallet-Stevens a los mandos), un laboratorio de científico loco (diseñado por Fernand Léger), tecnología capaz de anticipar la televisión y traer de vuelta a los muertos y rumores de Picasso, Satie, Joyce o Ezra Pound entre los figurantes. Una joya de otro mundo.
‘La inhumana’ (Marcel L’Herbier)
Una diva de la ópera (Georgette Leblanc), mansiones imposibles (triunfo del diseño artístico con Robert Mallet-Stevens a los mandos), un laboratorio de científico loco (diseñado por Fernand Léger), tecnología capaz de anticipar la televisión y traer de vuelta a los muertos y rumores de Picasso, Satie, Joyce o Ezra Pound entre los figurantes. Una joya de otro mundo.Cinemanía
Ni es ‘El gabinete del Dr. Caligari’ (1920), ni Wiene parece muy interesado en el potencial terrorífico de un pianista (Conrad Veidt, gestualidad siempre suprema) a quien le han trasplantado las manos de un asesino convicto. Pero es en la espiral paranoica del protagonista, acechado por una sombra encapotada en una calle oscura, donde se destila la secuencia de angustia más expresionista jamás rodada.
‘Las manos de Orlac’ (Robert Wiene)
Ni es ‘El gabinete del Dr. Caligari’ (1920), ni Wiene parece muy interesado en el potencial terrorífico de un pianista (Conrad Veidt, gestualidad siempre suprema) a quien le han trasplantado las manos de un asesino convicto. Pero es en la espiral paranoica del protagonista, acechado por una sombra encapotada en una calle oscura, donde se destila la secuencia de angustia más expresionista jamás rodada.Cinemanía
Llegas a esta pionera superproducción de ciencia ficción para ver a Yuliya Solntseva (futura directora y pareja de Dovzhenko) como reina de Marte luciendo los vestidos constructivistas de Aleksandra Ekster, pero te quedas por la trama de celos, adulterio y dobles que se desarrolla en la URSS antes de ir al planeta rojo, donde la chispa que inicia la revolución es un deseo concreto: morrearse con un terrícola.
‘Aelita’ (Yakov Protazanov)
Llegas a esta pionera superproducción de ciencia ficción para ver a Yuliya Solntseva (futura directora y pareja de Dovzhenko) como reina de Marte luciendo los vestidos constructivistas de Aleksandra Ekster, pero te quedas por la trama de celos, adulterio y dobles que se desarrolla en la URSS antes de ir al planeta rojo, donde la chispa que inicia la revolución es un deseo concreto: morrearse con un terrícola.Cinemanía
La primera cámara de cine que llegó a la Antártida fue la del fotógrafo Herbert Ponting, quien acompañó a la trágica expedición del capitán Robert Falcon Scott a bordo del Terra Nova. El propósito del inglés era convertirse en el primer ser humano que pisaba el polo Sur, pero cuando llegaron en 1912 descubrieron que los noruegos se les habían adelantado. Mediante el montaje de las alucinantes imágenes documentales tomadas durante la travesía, Ponting, que se había quedado instalado en un campamento previo en la isla de Ross, pudo años después reportar la mayor tragedia del viaje: ni Scott ni sus acompañantes volvieron con vida del polo.
‘El gran silencio blanco’ (Herbert G. Ponting)
La primera cámara de cine que llegó a la Antártida fue la del fotógrafo Herbert Ponting, quien acompañó a la trágica expedición del capitán Robert Falcon Scott a bordo del Terra Nova. El propósito del inglés era convertirse en el primer ser humano que pisaba el polo Sur, pero cuando llegaron en 1912 descubrieron que los noruegos se les habían adelantado. Mediante el montaje de las alucinantes imágenes documentales tomadas durante la travesía, Ponting, que se había quedado instalado en un campamento previo en la isla de Ross, pudo años después reportar la mayor tragedia del viaje: ni Scott ni sus acompañantes volvieron con vida del polo.
Un año antes de abandonar este mundo, Max Linder lanzó un reto a su amigo Abel Gance: ¿era capaz de rodar una película que no fuera una producción elefantiásica como las de ‘La rueda’ (1923) o su futura ‘Napoleón’ (1927)? El resultado fue el corto ‘El castillo de los fantasmas’, filmado en tres días, con el propio Linder en una de sus últimas apariciones en pantalla, sometido a una plétora de sustos y trampantojos de cámara dentro de una mansión encantada que parece heredada de Méliès.
Los juegos visuales empleados por Gance y su montaje frenético van en la línea de los experimentos cubistas del pintor Fernand Léger con Dudley Murphy y Man Ray en ‘Ballet mécanique’, soporte visual para una partitura orgiástica de George Antheil donde los ojos de Alice Prin (Kiki de Montparnasse) son el efecto especial más cautivador. Una reunión aún mayor de artistas tuvo lugar en ‘Entreacto’ [en la foto], la pieza dadaista de René Clair para un ballet de Jean Börlin, Erik Satie y Francis Picabia, con Marcel Duchamp y Man Ray jugando al ajedrez sobre los techos de París. Aquí es donde el cine experimental despejó una de esas grandes incógnitas de la existencia: qué se ve debajo del tutú de una bailarina.
Y el cine de vanguardia…
Un año antes de abandonar este mundo, Max Linder lanzó un reto a su amigo Abel Gance: ¿era capaz de rodar una película que no fuera una producción elefantiásica como las de ‘La rueda’ (1923) o su futura ‘Napoleón’ (1927)? El resultado fue el corto ‘El castillo de los fantasmas’, filmado en tres días, con el propio Linder en una de sus últimas apariciones en pantalla, sometido a una plétora de sustos y trampantojos de cámara dentro de una mansión encantada que parece heredada de Méliès.
Los juegos visuales empleados por Gance y su montaje frenético van en la línea de los experimentos cubistas del pintor Fernand Léger con Dudley Murphy y Man Ray en ‘Ballet mécanique’, soporte visual para una partitura orgiástica de George Antheil donde los ojos de Alice Prin (Kiki de Montparnasse) son el efecto especial más cautivador. Una reunión aún mayor de artistas tuvo lugar en ‘Entreacto’ [en la foto], la pieza dadaista de René Clair para un ballet de Jean Börlin, Erik Satie y Francis Picabia, con Marcel Duchamp y Man Ray jugando al ajedrez sobre los techos de París. Aquí es donde el cine experimental despejó una de esas grandes incógnitas de la existencia: qué se ve debajo del tutú de una bailarina.
AM.MX/fm