Por: Tania Itzel Vargas
Las brujas, las locas, las histéricas caminaban en las calles, vestidas de negro, con las caras cubiertas con pañuelos verdes y morados; algunas usaban todavía el conocido sombrero puntiagudo. Se veían enojadas. Hacían gritos de guerra, tocaban tambores, se armaron con pintura, con una peligrosa diamantina rosa, con carteles atascados de mensajes hirientes: “México feminicida”, decían.
Vestidas de negro, aparecieron miles de figuras de mujer, detrás de un espeso humo morado y rosa. Avanzaron. Se veían furiosas. Y la gente tenía miedo. Ellos tenían miedo. Pero ellas no. Y les encantó lo fuertes que se sentían juntas. Les encantó no tener miedo, porque el miedo las tenía hartas.
Las consignas son las mismas desde hace muchísimos años: #NiUnaMenos, #NoMeCuidanMeViolan, #NoVioles, #NoMásMiedo, #EstamosHartas, #NoMásFeminicidios; de verdad, las consignas siguen siendo las mismas, porque siguen sin tener respuestas.
¡Fuera hombres! Era el grito del primer contingente, el separatista, el de las brujas que piden respeto para que en ese primer contingente no se metan hombres. Pero los hombres, no lo respetan. Ellas los sacan. Ellas están furiosas.
¿La efervescencia con la que suben los ánimos en una manifestación feminista, un viernes 16 de agosto, será la misma efervescencia con la que un feminicida agrede a una mujer? No lo sé, pero me lo preguntaba, mientras las brujas vandalizaban el Metrobús: VIOLAN, escribían. “VIOLADOOORES”, gritaban.
¿Por qué el vandalismo?, se pregunta la mayoría indignada. Las brujas no se detuvieron: rompían vidrios, pintaban los muros, lanzaban consignas, corrían a los periodistas hombres. “Ya les hemos dicho a los medios que envíen a mujeres”, recalcaban. Pero nadie las escucha, nadie las respeta.
Sus cuerpos son objetos. Sus cuerpos se desean, se toman, se usan, se desechan. Para eso son. Para eso existen.
Ellas están enojadas, están furiosas, están frustradas, están enloquecidas, están HISTÉRICAS. Eso son: las brujas, locas e histéricas que no se conforman con lo que son: MUJERES.
Algunos las insultaban. Algunos les decían locas, enfermas. Pinches viejas. Y esos ya las llaman así desde siempre. Pero esta vez se encontraron con la brillanteada. Ellas los encararon. Ellas los insultaron. Ellos salieron corriendo.
-Ahora ustedes van a saber lo que es tener miedo. Ahora ustedes van a saber lo que es vivir con este puto miedo cada minuto del día-.
Entre los gritos, ese. Entre todos los gritos, ese se me queda en el alma. Me recorre el cuerpo y me llena de escalofríos. Es que cuánta maldad, es que cuánta violencia hemos vivido. A mi lado chicas violadas, igual que yo. A mi lado, chicas golpeadas, igual que yo. A mi lado, chicas acosadas, igual que tú y que yo. A mi lado, brujas, como nosotras.
¿Cuál fue la razón de vandalizar el Ángel, nuestro sagrado Ángel de la Independencia?, preguntan. ¿Razón? ¿cuál razón? Nosotras no estábamos movidas por la razón. Nadie estaba en razón. Éramos las sinrazón. Éramos la locura. Éramos la tristeza, la furia, la desesperanza, la soledad… el miedo. No pregunten pendejadas. No existe la razón en una situación límite como esta que vivimos las mujeres mexicanas.
¿Quieren una razón? Que tal 270 feminicidios al mes o el hecho de que en tan solo seis años creció un 300% las denuncias por abuso sexual a niñas de entre 0-5 años. Tal vez que el 33% de las mujeres denuncian violación cuando son detenidas por la Marina, la Policía Municipal y la Policía Estatal.
Otra razón podría ser que en nuestro país, 66 de cada 100 mexicanas son víctimas de algún tipo de violencia; de las denuncias de violación, solo en el 11% de los casos se abre una carpeta de investigación y, de estas, solo el 2.4% resulta en alguna sentencia.
O simplemente el miedo que parece una epidemia, una enfermedad mortal. Miedo a que nos secuestren, a que nos violen, a que nos maten por el simple hecho de existir; por el simple hecho de tener cuerpos femeninos, que al parecer, no merecen ser respetados.
En medio de un torbellino de sombras negras, moradas, verdes y rosas, no puedo decir que encontré la razón de los vidrios que cayeron a unos cuantos pasos de mí. No puedo ahora mismo, recordar la razón exacta de las bombas molotov o del gas lacrimógeno.
Las brujas caminaron hasta el Ángel de la Independencia y lo profanaron. Las locas tocaron las fibras más sensibles de millones de capitalinos, para los que el mentado monumento nacional ha sido lugar de reunión después de cada logro de la selección tricolor. ¡Nos rayaron el Ángel! Y seguramente habrá varias quinceañeras que tendrán que cambiar la sede para la sesión fotográfica. Ni hablar. Y es que las brujas insisten en no olvidar a todas aquellas que ya no podrán estar presentes ni en su fiesta de quinceaños ni en su graduación ni en su boda ni en el próximo cumpleaños de sus hijos.
Una noche, en medio de gritos y alaridos y llanto y mucha, mucha rabia, las brujas rayaron el Ángel, para que el Ángel nos grite que México es un país feminicida.
Por las que no están les pregunto: ¿Me pueden decir cuál es la razón de un feminicidio?
Para las que no están, que nos han vuelto más fuertes.
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EDT/TIV