LA HABANA, CUBA / SemMéxico/Semlac.- «He tenido heridas abiertas, pero aun siendo mujer floté, sobreviví a todos los embates», dijo Natalia Bolívar Aróstegui a SEMlac, hace más de una década. Ante la noticia de su partida física este domingo 19 de noviembre, a los 89 años, su capacidad de resistir e insistir queda como lección y homenaje.
Escritora, etnóloga y antropóloga, descendiente de duquesas y libertadores, nació el 16 de septiembre de 1934 en La Habana, en una familia que muy pronto le quedó pequeña, ante el descubrimiento de sus raíces e identidad.
«Mi padre, Arturo Bolívar, militar de carrera, proviene de una familia descendiente del Libertador Simón Bolívar, que se estableció en Santiago de Cuba en el siglo XVIII. Por parte de mi madre, los Aróstegui estamos emparentados con la Gran Duquesa de Luxemburgo», confesó en 2010 en la entrevista «Cubana hasta en los gestos», publicada en el libro En primera persona.
«Puedo reunir ducados, reinados y barrios marginales, pero creo que el hecho de ser cubana me hace cargar con mi identidad en todo el cuerpo y hasta en mis gestos», agregó en aquella síntesis de muchas conversaciones con la colega y corresponsal de SEMlac Mariana Ramírez Corría, quien fuera una de sus grandes amigas.
Acuciosa investigadora de las religiones afrocubanas, su vida no trascurrió solo entre libros. Estudió pintura en la escuela San Alejandro, Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, y con Lydia Cabrera y Fernando Ortiz se adentró en la etnología y el folclor.
Pero también incursionó en el arte chino, la egiptología, el arte cubano y la arqueología, con tanta dedicación que, por sus aportes a la cultura universal, mereció la Orden Isabel La Católica.
En paralelo, se sumó a la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista, en la década del cincuenta del siglo pasado, como parte del Directorio Revolucionario 13 de Marzo.
Más tarde, ya bien entrada la segunda mitad del siglo XX, fue directora del Museo Nacional de Bellas Artes, participó en la creación y dirección de los Museos Napoleónico, de Artes Decorativas y Numismático, y del Banco Nacional de Cuba.
Entre lo mucho que escribió, destacan los volúmenes Los Orishas en Cuba (1990), La Muerte es principio, no fin. Quintín Banderas (con Natalia del Río); Itatú: la muerte en los mitos y rituales afrocubanos; Mitos y leyendas de la comida afrocubana y los folletos «Opolo Owó: los sistemas adivinatorios de la Regla de Ocha»; «Orishas, Egguns, Nkisis, Nfumbes y su posesión de la pintura cubana»; «Los perros y los Orishas»; «Orula en el deambular por las antiguas civilizaciones» y «Tributo necesario a Lydia Cabrera y sus egguas», entre otras creaciones.
«Sus aportes a la investigación de las raíces africanas y su influjo en la cultura y la historia nacional quedarán como un legado imprescindible para las presentes y futuras generaciones», señaló en su perfil de Facebook el Proyecto Palomas.
«A ella le debemos todos los conocimientos acerca del arte y la religión afrocubana. Natalia. Una gran tristeza invade a nuestra familia. Natalia! ¡por siempre estará en nuestros corazones!», publicó en sus redes sociales el grupo musical cubano Síntesis.
«Se ha ido la mujer extraordinaria, consecuente, digna y admirada.
Uno de mis mayores goces fue conocerla, escuchar sus miles de anécdotas, conocer su fe y entender la valía de su obra. Maferefun la Osha, maferefun Oludmare, maferefun siempre ¡Maestra! ¡Mujer inmensa! Se ha ido Natalia Bolívar, `la bruja mayor´. Qué tu luz nos ilumine. ¡Brindo por ti y desde hoy te moyubbo cada día!», la despidió, por su parte, la periodista Jarocha Reyes Vega.
AM.MX/fm