Miguel Tirado Rasso
Por lo visto, patear el bote para dar tiempo para alcanzar un consenso sobre el método más conveniente para la designación de la nueva dirigencia de Morena, no ha resultado una buena estrategia para calmar los exaltados ánimos de quiénes buscan posicionar, por las buenas o las malas, a su gente como consejeros para la Congreso del partido. De las 238 asambleas distritales convocadas a la fecha para el registro de consejeros, 20 por ciento se han tenido que cancelar, según datos proporcionados por el secretario de organización de Morena, Leonel Godoy, debido a múltiples irregularidades, como retraso en la apertura de las mesas de registro, cierre anticipado, robo de urnas, acarreo de personas, padrón rasurado y hasta vandalismo y violencia, como sucedió en Guadalajara, Jal.
Y es que, la duda sobre la fórmula que se utilizará para elegir a quién vaya a ocupar la presidencia del CEN de Morena, sigue en el aire, si bien, los candidatos tienen su preferencia definida en función a su conveniencia. Bertha Luján, la ahora ex presidenta del Consejo Nacional de Morena, por ejemplo, ha pugnado por que la elección se haga por voto de consejeros, que es en la que tiene mejores oportunidades de triunfar, porque todo este tiempo lo ha dedicado a formar alianzas para fortalecer su posición dentro del partido y es la que tiene más influencia en el registro de consejeros. Además de una estrecha cercanía con el presidente de la República que nunca estorba.
Por su parte, Mario Delgado, coordinador de la bancada morenista en la Cámara de Diputados, aboga por que la fórmula sea, como lo ha sugerido el presidente Andrés Manuel López Obrador, por encuesta, que es en la que lleva una considerable ventaja sobre sus contrincantes, por ser el más conocido de los tres aspirantes a nivel nacional, por el cargo que desempeña, en el que, por cierto, le ha cumplido el Ejecutivo con eficiencia.
La tercera candidata, Yeidckol Polevnsky, secretaria general del partido en funciones de presidenta, ha planteado el aplazamiento de la renovación de la dirigencia del partido, bajo el argumento de que no existen condiciones de seguridad para realizarla y porque el padrón del partido no es confiable. A la actual dirigente no le falta razón en su propuesta, pues como lo comentamos las marrullerías y la violencia han sido el denominador común en las dos semanas de celebración de asambleas distritales. Por su parte, el padrón de Morena tiene lo suyo y no es, precisamente, la mejor referencia para conocer quiénes y cuántos integran su base militante. Pero, seguramente Yeidckol esconde en su planteamiento de retrasar el proceso de elección interna, otra razón, ésta ya de interés personal, que tiene que ver con prolongar su estancia en la presidencia un rato más, ya que, al ser la aspirante más débil, sus posibilidades de ganar en esta contienda son remotas.
Hay un cuarto candidato, Alejandro Rojas Díaz Durán, senador suplente del líder de la fracción parlamentaria de Morena, Ricardo Monreal, que más que promover su candidatura, se ha dedicado a poner piedras en el camino de las otras aspirantes, en particular a la presidenta en funciones con quien ha tenido varios enfrentamientos. Sin la menor posibilidad en este proceso, Díaz Durán se mantiene en la pelea, fuera de toda ortodoxia con un objetivo que no queda claro y un apoyo financiero desconocido. Se rebela en contra de las asambleas distritales, por considerarlas fraudulentas y, en solidaridad con quienes han sido” excluidos, eliminados y vulnerados en sus derechos constitucionales y partidistas,” se abstuvo de registrarse como consejero, aunque, afirmó, continuará en la contienda.
En efecto, lo peorcito de Morena ha aflorado en esta primera prueba para la renovación de su dirigencia nacional, en su carácter de partido en el poder. En lo que va del proceso, los morenistas no han mostrado ser diferentes de sus colegas de otros partidos, en particular del PRD, respecto de las mañas, trampas, engaños, zancadillas y toda suerte de maniobras para hacerse del control del partido.
Vaya como ejemplo del juego sucio interno, el que, uno de los candidatos, el diputado Mario Delgado no pudiera registrarse como consejero en su distrito de Iztacalco, porque, justo cuando era su turno, se canceló la asamblea por saturación, “ya no cabía más gente en el foro,” se le dijo al presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados. El detalle en esto es que un requisito para contender como candidato a la presidencia del partido es, precisamente, contar con su registro de consejero.
El desorden y la violencia en este proceso no disminuyen, con la consecuente afectación a la imagen del partido en el poder, algo que no parece preocuparles mucho. En esta circunstancia, se ven ya sólo dos contendientes: Bertha Luján y Mario Delgado, este último ya no tan seguro como hace unas semanas y, por lo mismo, prefiere conservar su posición en el Congreso, y no renunciar a la Coordinación de su bancada, hasta que se defina al ganador de esta elección, aunque esto vaya en contra de las reglas establecidas para este proceso.
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