Por David S. Celin
“El químico que enseña Química”, ese es Oscar Elizalde, un maestro que va más allá de la enseñanza tradicional, busca transformar la educación. Sin temor, va a donde lo soliciten, ya sea Santa Fe o Santa Úrsula, siempre llega puntual a su clase.
Oscar cambió la industria y la investigación por la docencia, y como no le gusta estar bajo órdenes prefirió irse “por su propia cuenta”, por ello decidió convertirse en profesor particular, cuenta en entrevista previo a una de sus clases.
Sin importar que sea entre semana, sábado o domingo, el joven maestro en Ciencias (Químicas) por la UNAM toma su mochila, su agua y alguna merienda para luego dirigirse a su trabajo, ya sea en las instalaciones de la asociación civil, CONEDUCyT, que usa como aula o al domicilio que le indiquen.
Viste formal, le preocupa dar una buena imagen a sus clientes, padres preocupados por la formación de sus hijos. Por esa misma razón, siempre es puntual, incluso llega minutos antes y termina su clase hasta que el tema quede claro.
Por más de cinco años, Oscar ha apoyado a varios jóvenes, principalmente estudiantes de Educación Media Superior, a comprender algunas cuestiones académicas, desde Matemáticas, Química, Física, hasta materias del ámbito social y humanista, como Historia y Literatura.
Aunque todo el año solicitan sus servicios, asegura que hay períodos donde es mayor la demanda, incluso puede pasar todo el día dando clases; mientras que en temporadas bajas sólo ocupa de 2 a 4 horas. Cabe destacar que sus clases duran poco más de dos horas cada una.
A su consideración, los profesores particulares deben tener: disposición, tolerancia y disciplina, debido a que tienen que estar en constante movimiento y contacto con diversas personas, con diferentes capacidades y aptitudes.
Pese a tener una amplia competencia laboral, desde profesores especializados hasta Institutos en cadena, Oscar ha permanecido en este ámbito, principalmente, por su capacidad de “control del tiempo”, así como el entender y acoplarse a sus clientes.
“¿Cómo me contactan? Ven mi teléfono en la página de internet de CONEDUCyT o en algún anuncio clasificado; antes, utilicé volantes y carteles pegados en paredes, pero no tuvieron gran impacto. También me recomiendan o regresan antiguos alumnos que buscan darle seguimiento a sus estudios”, cuenta.
Sobre quiénes contratan sus servicios, Oscar revela que en general son personas con empleos que les permiten pagar profesores particulares, así como otras comodidades, tal y como personal de limpieza en sus casas. Aunque también hay gente que “hacen sacrificios muy grandes” para pagar una asesoría extra y así mejorar su rendimiento académico.
Considera que las personas no hacen un gasto al contratarlo, más bien se trata de una inversión; pues no basta la escuela, que en ocasiones no cubre todas las necesidades académicas de los alumnos, por ello es necesario sus servicios.
“Las escuelas no aprenden los alumnos, ni con el nuevo modelo educativo aprenderán. Por eso, nosotros [los profesores particulares] somos una solución más viable que las propuestas gubernamentales, porque somos iniciativa de sociedad civil”, asevera.
Inició a dar clases particulares en 2011, luego de trabajar en una empresa en el área de control de calidad, pero como “era tedioso hacer análisis todos los días” lo dejó. Luego entró a la maestría, en donde hizo investigación, pero como era inestable su situación económica, sólo se tituló y decidió regresar a dar clases. Durante este proceso, Oscar creó -junto a su colega Elson Sánchez- CONEDUCyT, Asesores en Educación, como una forma extra de cooperar en la educación.
En un principio, daba sus clases en las bibliotecas de México, ubicada a unos pasos de la estación Balderas, y en la Vasconcelos; “recintos que me cobijaron por un tiempo”, dice. Ahora, cuando no tiene que trasladarse alguna casa, utiliza la sede de CONEDUCyT como aula.
Por su formación, comenzó dando clases de Química, de ahí su eslogan: “El químico dando Química”; luego, a petición de sus clientes, también dio Matemáticas y Física. Posteriormente tuvo que adaptar sus conocimientos (académicos) con los planes de estudio de las escuelas para empezar a dar clases de otras áreas. Eso sí, reconoce que puede dar clases a alumnos de educación básica o de bachillerato, pero no en mayores grados.
Al ver que sí tenía demanda, consiguió ‘ayudantes’ que se encargaban de dar las clases que Oscar ya no alcanzaba a cubrir. Eran jóvenes recién egresados que veían en las asesorías un ingreso extra.
Oscar asegura que le gusta la enseñanza, pero bajo el concepto de asesor académico, en donde el alumno no solo memorice sino que comprenda el tema y, en caso necesario, darle el seguimiento oportuno.
Además, considera importante la utilización de los dispositivos digitales como herramientas didácticas, que ya no sólo sean para entrar a redes sociales sino también para aprender. Por ello, recomienda no rechazar la tecnología, pues se pueden aprovechar para enseñar nuevos conocimientos, no por nada -dice- hay escuelas que tienen clases semipresenciales. Pese a ello, siempre existirá la demanda de asesorías.
Relata que lo mejor de este trabajo es la formación de nuevas amistades, en donde los clientes permite el ingreso a sus vidas, invitan a su mesa, a convivir con ellos. Comparte su alegría por haber pasado el examen para el cual se prepararon.
Lo malo de la docencia particular es el sacrificar tiempo personal, por lo regular se trabaja fines de semana, incluso en vacaciones, además de lo agotador físico y mental que resulta, no por la gente sino por las condiciones, como el tráfico vehicular o lo retirado que esté el domicilio . Pero sin duda, el compromiso de este trabajo es como el de los médicos, quienes tienen la disposición de ayudar a todos.
No soy el único, hay cientos que decidieron vivir así, pues el mundo que se vive es muy distinto a una aula, aquí en la calle -y aunque suene algo trillado- es una aventura, dice Oscar minutos antes de recibir a su alumno, un joven con el que está revisando las derivadas.