CIUDAD DE MÉXICO, 3 de julio, (EDT).— México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en crímenes de odio de personas transgénero, solo por detrás de Brasil. Expertos coinciden que factores como el odio, la violencia, la discriminación y la criminalización hacia este sector de la población propician que el país se ubique en este puesto, de un total de 71.
Pero los homicidios y la violencia verbal y psicológica no son las únicas violencias con las que este sector de la población tiene que lidiar. También existe la discriminación laboral y de las instituciones educativas.
Tal es el caso de Frida Cartas, mujer transgénero que cursó la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Sinaloa, misma que terminó y por la cual obtuvo un título con su antiguo nombre de varón, pues aún no realizaba su cambio.
En 2017, Frida acudió a la universidad estatal para pedir una reposición de su título con una corrección de nombre, pues desde 2015, haciendo ejercicio de uno de sus derechos sexuales y reproductivos cambió su acta primigenia eligiendo su género y su propio nombre. Y pese a haber presentado su nueva acta de nacimiento, en la vicerrectoría de la institución académica le comentaron que tenía que amparar esa nueva acta con un juicio resolutivo más un parte psiquiátrico, así como presentar su vieja acta y el acta nueva, para comprobarles que se trataba de “la misma persona”.
Frida comenta que tras estas peticiones le explicó a las autoridades educativas; uno, que ninguna persona sea o no transexual, posee 2 actas con diferentes nombres, pues eso es un delito federal y, dos, que la nueva legislación, vigente desde julio de 2014, con la cual obtuvo la actual identidad genérica administrativa, derogaba, por respeto a derechos humanos, el parte psiquiátrico y el juicio resolutivo.
Frida presentó, además, la constancia donde la misma jueza del registro civil de Mazatlán hacía resguardo del acta primigenia. Sin embargo, la ignoraron. “Me dijeron que esos eran sus requisitos y punto, que se los tenía que cumplir al pie de la letra o no había reposición de título”.
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Es como si se hubiera muerto y hubiera vuelto a nacer
—Mi primera acción fue ir a la comisión de derechos humanos local en Mazatlán, pero de ahí me mandaron a la estatal que está en Culiacán, arguyendo que las oficinas centrales de la UAS están en la capital y allá correspondía. La comisión estatal no quiso tomar mi queja, porque yo no radico en Sinaloa sino en la Ciudad de México. Por lo que mejor pedí un abogado en las oficinas mazatlecas del poder judicial de la federación. Con este abogado en la UAS aceptaron tomar una carta por escrito, donde yo les pedía lo mismo, pero ahora además de la palabra, puesto en puño y letra con su respectivo acuse.
—Su respuesta fue la misma, que necesitaba el parte psiquiátrico y el juicio resolutivo para validar esa nueva acta de nacimiento por identidad de género, pero además, cuando los tuviese, había que volverles a entregar un certificado de preparatoria, y un certificado de la licenciatura, ambos nuevos, así como hacer un pago no de reposición de título con corrección de nombre, sino un trámite de primera vez, pues porque es lo lógico, ¿no? “Es como si usted se hubiera muerto y hubiera vuelto a nacer”, fue la respuesta de la directora general de servicio escolares de la zona sur.
Luego de 8 meses de haber dejado su trabajo y residencia para intentar recuperar su título de licenciatura en Mazatlán, Frida volvió a la CDMX e interpuso la queja en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde finalmente la tomaron, no sin alegar que no les correspondía y desde octubre de 2018 hasta hoy julio de 2019, por fin le dieron un “camino viable” y una supuesta “resolución”.
—Tengo que ir al Instituto de la Defensoría Pública a buscar un abogado que tramite ante un juez otro documento resolutivo más, donde ese juez escriba que el acta actual que poseo, no es falsa y donde además le pida a la jueza del registro civil de Culiacán que resguarde mi acta primigenia (lo que ya hizo), reconociendo al fin con ello mi acta de nacimiento actual que obedece al nombre de Frida Bautista Cartas. Todo esto para que a su vez la Universidad Autónoma de Sinaloa, también acepte que no les estoy haciendo fraude, que el acta es auténtica, que no me la compré con la mafia de la falsificación en Santo Domingo, y por ende, ya no me pida el parte psiquiátrico ni el juicio.
—Así, en estos meses de demanda ante la UAS, sólo esos 2 requisitos se pudieron suprimir con la flamante intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Todo lo demás, sobre eliminar mi expediente como estudiante que ya existe, y mejor hacerles uno nuevo, así como pagarles un trámite de primera vez y para ello darles un nuevo certificado de preparatoria y uno de licenciatura que también digan Frida Bautista Cartas, queda exactamente igual, porque la CNDH me dijo lo mismo: “es como si se hubiera muerto y hubiera vuelto a nacer”.
Las personas trans no morimos, solo ejercemos nuestro derecho al elegir nuestro género
—Nadie parece reparar acá en el hecho simbólico que hay en desaparecer a las personas transexuales, negando que se trata de la misma persona, porque no es que cambiemos o muramos, sino simplemente hicimos visible con el ejercicio de la sexualidad y los derechos, algo que siempre hemos sido y ha estado ahí, aunque no se viera y no se supiera ni cómo nombrar: la identidad de género.
—Esta indolencia e incomprensión por parte de la comisión es de nueva cuenta ofensiva e insultante (como lo fue, y es aún, el actuar de la universidad); en primera, porque viene de un organismo de derechos que claramente no los está entendiendo y, en segunda, por secundar el poderío y la cerrazón de una institución educativa.
Frida comenta que acudirá al Instituto Federal de la Defensoría Pública a pedir esa otra resolución del juez para que valide, la ya validación existente, de su actual acta de nacimiento. Sin embargo, volver a dejar su residencia en la CDMX y trasladarse otra vez a Mazatlán para vivir unos meses ahí, y estar viajando a Culiacán a tramitar nuevos certificados de preparatoria y de licenciatura, para que le permitan tramitar el título como primera vez, no es una opción para una ciudadana que lleva casi 3 años sin poder ejercer su profesión por la falta de este documento y de la respuesta y apoyo de las instituciones antes mencionadas. El costo de todo este proceso sería de aproximadamente 30 mil pesos.
“Me están tratando como si fuera yo acusada de un delito o fraude, cuando sólo soy una egresada más, que pudo hacer visible y habitable su transexualidad, y que hoy, sólo les está pidiendo una reposición de título con corrección de nombre”.
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EDT/TIV