Los espacios que denominamos vecindades se configuraron a lo largo de la historia, para ser más específicos, entre los siglos XVIII y XIX. Las hay de muchos tipos: decimonónicas, porfirianas y posrevolucionarias.
Muchos edificios virreinales o porfirianos se adaptaron para dar cobijo a trabajadores que buscaban vivir en la ciudad a bajo costo. La manera más sencilla de dar cobijo a la población que migraba era a través de estas unidades habitacionales que regularmente se componen de una o más hileras de viviendas de piso; con una o dos habitaciones y que comparten un patio destinado a las “áreas comunes”.
Son edificios grandes porque en el pasado pertenecían a personas con un gran capital económico.
El rápido crecimiento de los centros urbanos, especialmente en el corazón de la capital del país; generó la rápida migración de los pobladores rurales hacia la ciudad. En el Centro Histórico fue donde se ajustaron más los predios: terminaron convertidos en vecindades.
Algunos antropólogos describen que dentro de las vecindades conviven personas de diversos lugares, predominantemente de otros estados de la República Mexicana. Con ello se genera interacción y permite un gran intercambio cultural.
Estos espacios se volvieron tan icónicos que aparecen amplios referentes culturales en novelas, películas del cine mexicano o programas de televisión como el Chavo del 8.
Una de las vecindades mas antiguas de nuestro México esta en Manzanares # 44.
Esta comprobado que algunas de las piedras de su construcción son de la Gran Tenochtitlan pic.twitter.com/K6Lknm6VCy
— Luis Morabrito (@luismorabrito) September 9, 2019
Incluso, algunos grupos deben su nombre a estos espacios: la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio. Tan sólo habría que rememorar aquella emblemática canción: por vivir en quinto patio…