David Somellera Somellera
El terremoto como bendición, no como maleficio, no sabes a qué sabe el mamey hasta que lo pruebas.
El diecinueve de septiembre cambió completamente nuestra realidad. Ahora vivimos con un miedo que quizá antes no era tan latente, pero ahí estaba; el temor de que el piso nos trague en cualquier momento. El evento que nos marcó a todos fue la sacudida con epicentro en Morelos de 7.1 escala de Richter que dejó sin casa a decenas de familias mexicanas de la Ciudad de México, Puebla, Morelos, Oaxaca y Chiapas. Los damnificados han tenido que acomodarse con amigos, vecinos, familiares o en el peor de los casos en albergues provisionales. Otros ya no pueden contar su historia, murieron aplastados durante el temblor. La forma en que le quiero dar sentido al caos en el que estamos quienes vivimos el temblor, es a partir de la recuperación de los testimonios de quienes han tenido que abandonar sus casas a causa del temblor. El fenómeno hizo que algunas viviendas se desplomaran, se dañaran estructuralmente, padecieran afectaciones severas, y otras estar en riesgo, aunque con afectaciones. Hay edificios dañados recargados sobre viviendas que todavía pueden mantenerse de pie. La incertidumbre todavía se respira en el aire, y aunque ya están sanando las cicatrices, las evidencias a un mes del desastre todavía están muy presentes.
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Desde que sucedió este evento me he acercado a platicar con algunos de los afectados de las colonias Condesa, Roma y Juárez. He intentado buscar la voz o versión de los damnificados, para realizar una recopilación de historias. Tal es el caso de Mariam y Jair que provisionalmente se encuentran en la calle de Pachuca en la colonia Condesa. Un vecino de la zona al saber su historia de desalojo por efectos del temblor, les dejó su casa (sin conocerlos) hasta el 23 de noviembre. Sin embargo, esta pareja está buscando un nuevo lugar, sólo tienen poco más de un mes para encontrarla ya que ese fue el trato que hicieron con el vecino de la Condesa, Mauricio Galaz, quien les prestó esa casa desde el domingo 24 de septiembre. No la tienen fácil, ya que Mariam y Jair son protectores de perros que sufren hambre, abandono, golpes o privación de la libertad. Ellos los rehabilitan física y mentalmente, por lo que tienen un flujo de perros todo el tiempo. Necesitan un departamento, de preferencia en un primer piso en la misma zona, esto porque les facilitaría el trabajo con los perros y porque tiene un cerdito que no puede subir escaleras. Tener un parque cerca también sería ideal.
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Conocí a Mariam y a Jair en el parque España, platicamos un par de veces de manera informal. No son sólo paseadores de perros, como publicó hace unas semanas la revista Proceso cuando el lente del fotógrafo Germán Canseco alcanzó a esta pareja y a sus perros que cruzaban las calles de Ámsterdam y Laredo. Los paseadores que hoy abundan en los parques España y México someten a los animales de raza, es un negocio como muchos otros. El trabajo de Mariam y Jair va más allá de pasear perros, ellos son protectores y usan su casa como albergue temporal y guardería (Refugio Cángeles). Su hotel de perros se fue concretando con los años, sus clientes fueron quienes les pidieron que formalizaran ese trabajo, Mariam nunca da en adopción un perro pegando anuncios, ella acomoda a los perros de boca en boca, nunca se ha anunciado o pagado por anunciarse, siempre se asegura de quienes se queden con los perros sean conocidos o amigos de conocidos. A los perros que da en adopción y sus dueños no los pueden cuidar no les cobra, así les devuelve ese favor de adoptar.
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Una vez que pasó el temblor del 19 de septiembre, el parque España se volvió un centro de acopio civil, ya no se podía andar por ahí sino es que se iba a algo en particular a este centro que aún sigue de pie, aunque ya no con la misma fuerza. El evento telúrico me empujó a llamar a mis conocidos para ver cómo estaban, no me acordé en los primeros días de muchas personas allegadas, pero según podía les iba marcando. No me acordé de Mariam y Jair, tampoco de muchos otros conocidos. A los pocos días que pasó el temblor al pasar por la calle de Pachuca dos personas comentaban que adentro de una privada vivía una pareja de damnificados con un montón de perros y un cerdito, inmediatamente supe que eran Mariam y Jair. No es que yo los estuviera buscando y tampoco es que no tuviera nada que hacer, me causó mucha intriga que vivieran en esa privada de Pachuca 59 en donde otros amigos habían vivido en un pasado. Según recordaba ellos vivían en Colima esquina con Salamanca. Conocía perfecto las casas de Pachuca y no era posible que ahí estuvieran con toda la manada, esas son casas muy pequeñas. Mi reencuentro con ellos no fue casual, yo quería ayudar de la forma que mejor sé que es escribiendo historias y ayudando de alguna forma a quienes me las iban a contar.
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Fue el jueves 27 de septiembre que me enteré que ahí andaban, un vecino de Pachuca había sacado cosas para venderlas a manera de venta de garage afuera de la privada, le dije que si podía entrar que iba con Mariam, me dijo que sí. Caminé hasta más de la mitad de la privada y desde una ventana pude ver a decenas de perros amontonados. Toqué la puerta y salió Mariam, como siempre andaban ocupados, le pregunté rápidamente que si necesitaba algo para que se lo trajera ya que no conocía la situación en la que estaba. Ella me dijo “ahorita no necesito nada, si me hubieras preguntado eso hace una semana te hubiera dicho que necesitaba todo, hoy al menos tenemos donde dormir, pero hace unos días no teníamos casa vivimos en el garage de una oficina varios días”. Hasta ese momento no conocía mucho a Mariam, tampoco su situación como damnificada. Pero quería que me contara su historia, y que ese ejercicio le funcionara como una terapia para sacar todo lo que tenía atorado. Yo tenía varios nudos en la garganta que no había podido soltar después el temblor, quizá compartiendo historias mejorarían nuestros traumas, ya que hablar cura. Me dijo que pasara mañana para comer a las dos y media.
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El viernes 28 de septiembre llegué puntual. Mariam me abrió y me pasó a su casa, al entrar los perros que había empezaron a ladrar porque no me conocían, Mariam los callaba, después de unos minutos los perros se controlaron y dejaron de ladrar. No puedo negar que tuve miedo de ser atacado por alguno de ellos, ella me decía “no te van a hacer nada, pásale”. Había que pasar pronto o se salían los perros, yo contestaba “¿no muerden, no muerden? Tenía a decenas de ojos mirándome, cualquier movimiento brusco que hacía, ellos lo notaban y comenzaban a ladrar. Poco a poco los perros se fueron acercando hasta que de pronto ya tenía a un perro sentado en mis piernas y otros sentados a mis pies. Algunos no se acercaron ya que tienen traumas de perros golpeados. Lo primero que le dije a Mariam es que yo quería involucrarme con su caso por lo que me ofrecí como paseador voluntario de cualquiera de los perros que ella tenía. Esperaba que este tipo de ayuda le serviría ya que había perros hasta debajo de los ceniceros. Esto a cambio que me regalara su testimonio como sobreviviente del terremoto, para que su historia quedara registrada. Pasear perros sería mi terapia, lo había hecho toda mi vida, pero pasear a perros con traumas es diferente, eso es todo un trabajo, el perro te tiene que vibrar y él sabe si se adapta a ti o no.
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Ella aceptó mi ayuda, me dijo que había contado su historia varias veces, y que cada vez que la contaba se acordaba de cosas que en su momento las hizo de manera automática pero que no recordaba, tanto de momentos como de personas que le ayudaron. Son sobrevivientes ellos y sus perrijos. Mariam y Jair se levantan muy temprano, diario reciben perros de gente que trabaja, que salen de viaje. Es un trabajo de mucha actividad física y de mucho carácter. Los perros que tienen en casa los sacan en varias tandas, hay unos que por sus traumas que tienen del pasado no pueden salir con toda la manada sino que tienen que salir aparte, es decir se les da un trato personalizado, no se pueden soltar ya que tienen miedo de la gente por el maltrato que sufrieron. Diario Mariam y Jair suben a las doce del día a los perros en su combi roja que tienen exclusivamente para llevarlos a la tercera sección de Chapultepec, a un costado del Club Hípico de la Ciudad de México en Virreyes. Mariam a veces se queda y sólo va Jair, ese día Mariam se quedó. Yo llegué justo cuando acababa de cocinar para todos. Cuando ya está servida la comida, los que trabajan para el refugio dejan por un momento sus actividades y se sientan a la mesa. Nos observan decenas de perritos, todo el piso está alfombrado de perros, hay todo tipo de razas; pastor australiano, doberman, pastor belga, afganos, chihuahua, pitbull, criollos, entre muchos otros. Mariam tiene un estupendo espíritu hospitalario, para ella lo más importante es dar, invitar a sus amigos a comer. Mariam da gracias.
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Señor gracias porque tenemos un techo donde estar, bendice a Mario Mejía que nos prestó su oficina como refugio, a Mauricio Galaz que nos dio una oportunidad donde estar que es su espacio sagrado donde estamos aquí todos nosotros. Bendice a Luis Ramaggio. Bendice a los que estamos aquí, bendice a David, bendice a mi Jahir mi compañero, que ha sido un guerrero en esta aventura de la vida, bendice a la humanidad, para que puedan despertar sus conciencias, para que todas esas personas que están bajo los escombros se encuentren a sí mismos, y sepan amar verdaderamente. Por algo llegó esta experiencia a ellos. Bendice a Liz que es una gran compañera y ha sido parte importante de este proyecto. Bendice a todos los perritos que están con nosotros. Bendice a malbec, a chango, aguanieve, azúcar, kumbala, pancho, nina, lys, cirio, ari, leo, lia, chula, alegría, sakura, shalom, pey, toro, solei, que regresó después de estar damnificada ocho días; agustín, amy, kim, sara, tomasa, tino, pepy, a jacinto nuestro cerdito, tambora, Boris, sivila y kafú. Bendícelos a todos, bendícelos y protégelos, porque es lo que más miedo nos daba que todos estuviéramos bien, te damos gracias porque los perritos que teníamos en adopción se fueron con buenas familias, eso fue magnífico, espero que la gente siga conservando ese lado de luz que tenemos que es la naturaleza, bendice a la tierra y a nuestros corazones. Amén.
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Mariam de la Luz Gutiérrez de Velasco de la Fuente cocina como los mismos ángeles peludos, dice que aprendió únicamente de ver cocinar a su mamá. Está chapada a la vieja usanza, ya que le gusta cocinar para su marido. Su ascendencia es europea, española y francesa. Sus padres que, aunque fueron muy estrictos con ella, le inculcaron principalmente la honestidad, valor que absorbió de su padre. Es la quinta de siete hermanos, seis mujeres y un hombre. Sus padres nacieron en Veracruz y vinieron a radicar a la ciudad de México en donde ella nació. Por influencia de sus padres se casó a los diecinueve años. Tenía que cumplir con ciertos paradigmas que su padre le exigía, como por ejemplo llegar virgen al matrimonio. El casamiento no duró mucho ya que ella no lo amaba, tardó cuatro meses en perder su virginidad. Se divorció y de alguna forma tomó su propio camino. Su destino sería ahora cuidar de los perros abandonados y maltratados, “nuestro ego no nos deja ver que los animales también son iguales, que también tienen alma, los perros llegan a tu vida por algo, están destinados a conocerte como tú y como yo. Nos enseñan muchas cosas, vienen con una misión específica en la vida; ayudarte a crecer, a evolucionar”.
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Mariam se fue por la libre en la vida, su nueva familia serían los perros que llegaban a sus manos, ella no sabe cuántos perros ha rescatado, perdió la cuenta hace unos años y sigue en esto. Vivió en las Águilas muy cerca del Periférico, los vecinos la intimidaron y querían envenenar a sus perros, esto hizo que tuviera que buscar otro lugar. Cuando llegó a la Condesa hace 18 años, ella ya tenía un entendimiento de lo que era tratar con perros. Esa colonia le pareció de avanzada en cuanto a cultura perruna por lo que desde entonces es su zona. Según ella había muchos perros callejeros y ella fue de las pioneras en componer esa situación. Rento por primera vez en Amatlán esquina con Vicente Suárez, justo enfrente de la Gloria y de la Crepería de la Paz. Mientras terminaba de día sus estudios como etóloga, específicamente entrenaba perros, mientras que de noche trabajaba sirviendo tragos, según me cuenta fue una de las primeras bar tenders de la zona, por varios años así se la llevó, trabajó en el restaurante Primer piso con la familia Patiño, en la Gloria, Kychos y fue head tender de la marca Absolut.
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El 19 de septiembre Mariam salió de su casa ubicada en Colima 368 en contra esquina del Palacio de Hierro Durango, a continuación transcribo su testimonio “a la una de la tarde yo tenía cita con la psicóloga, dejé todo listo para cocinar a mi regreso. El temblor empezó como a la una trece. Yo de hecho ya iba tarde, salí como a la una con cinco minutos en la bicicleta hacia Montes de Oca y Cuernavaca. Las ruedas de la bicicleta se me torcieron y frené, entonces entendí que el piso se movía. Semanas atrás le compartí a Jair mi esposo que por siete días había soñado que temblaría y que nos tocaría dejar la casa e ir a un hogar temporal. Hoy mismo vivo una sensación de inestabilidad y angustia, sensaciones que recuerdo haber tenido en aquellos sueños premonitorios. Paré la bicicleta. Sentí pánico y me puse a rezar. En mi casa estaba mi esposo y 54 perros. 13 míos, 12 en adopción y 29 en guardería. Todos bajo mi responsabilidad. Sentada en mi bicicleta escucho una señora que empieza a gritar ¡mi hija, mi hija! Yo le di mi bici y le dije que se fuera a buscar a esa persona. Para Jahir mi esposo fueron momentos de terror porque él esperaba que yo iba a regresar rápido ya que iba en mi bici, pero como me tuve que regresar caminando tardé más de la cuenta. La calle de Cuernavaca estaba llena de polvo la gente en la calle gritaba y había una situación de pánico generalizada. Mi camino de regreso fue agónico, sólo pedía que mi esposo y mis perros estuvieran bien. Cuando llegué a Colima vi partes del edificio de al lado encima de los coches de mi privada. Estaban destrozados. Un tipo que yo nunca había visto estaba parado justo en la puerta y me dijo que no podía pasar. Le dije que se quitara porque adentro estaba mi esposo y mis perros, yo le dije -te quitas o te mato. Me dijo –No, es que no puedes pasar-. Y me le metí. Y cuando entré a mi casa vi a mi marido ojo a ojo y nos abrazamos. Mi esposo es lo que yo más quiero en este mundo. Pregunté por Liz que nos ayuda con los perros y me dijo Jahir que ya se había ido. Todos estábamos bien. Dimos prioridad a los perros de guardería. Ningún perro saldría sin correa, todos estábamos muy alterados, también los perros. Nos enfilamos a la puerta para salir pero el mismo tipo que me impidió el paso, había puesto una escalera que obstaculizaba el paso. Pude ver que mi amiga Caitlin llegó para ayudarme, nos estábamos comunicando con la mente, ella sabía que yo iba a necesitar ayuda. Pero este tipo que se ostentaba como arquitecto no la dejó pasar y la empujó. Este tipo iba acompañado de un policía. Ambos estaban impidiendo el acceso y provocaban pánico entre la gente. Entre Jahir y yo nos empezamos a pasar correas, Jahir sacó 10 perros, Dunia una amiga que nos ayuda a pasear sacó otros 10 y yo saqué a los 34 que restaban. Y cuando quiero salir este tipo había puesto una escalera que obviamente nos obstaculizaba el paso, ya que en la entrada de mi privada habían coches estacionados por lo que no cabía con los perros, tenía menos de un metro a lo ancho para pasar. Y él me decía -corre por tu vida, corre por tu vida, corre por tu vida-. El tipo de la escalera me repetía que me estaba ayudando, pero como no me conocía no sabía que yo tenía que salir con todos los perros, y me repetía –corre por tu vida, corre por tu vida- y en vez de ayudar nos estaba alterando más de lo que estábamos, nosotros no íbamos a dejar a nuestros perros, la gente no entiende que son vidas que tienen conciencia he tenido que luchar con esto toda mi vida. Yo le decía –están mis perros- a lo que éste me contestó –tu vida vale más que la de los perros-. Le dije: –no sabes con quién estás hablando, vamos a salir todos-. En vez de ayudarme, el tipo no se movía y lo peor de todo es que no quitaba su puta escalera. Este tipo decía: -te estoy ayudando, te estoy ayudando-. Nosotros le gritábamos – necesitamos manos, no tengas miedo, ayúdanos-. El tipo no hacía nada, sólo estorbaba, no se movía. Salí con 15 perros de cada mano y no tenía la fuerza para quitar la escalera, los perros se estaban atorando y le dije – quitas la escalera o te mato-. Y la quitó. Salí con todos los perros y qué pasa, del estrés que traían me tiran al piso y me empiezan a arrastrar, y yo ya tenía me estaban cortando la circulación de las manos, hubo un punto que ya no las sentía. En la mano derecha en donde me pongo la bolsa, la tenía morada, ya no la sentía, y yo decía no puede ser que esto este sucediendo. Se me soltó una perra de cliente, Pina. Yo me acuerdo que le decía a Jahir: -agarra a Pina, agarra a Pina-. Jahir con tantos perros también no pudo reaccionar y la Pina se fue corriendo. Una persona que venía pasando me ayudó con los perros, me ayudó a quitarme las correas una por una, le pedí su teléfono y lo guardé. Hace unos días le marqué para agradecerle, él se llama Andrés, y sí se acordó de mí, y le dije que yo quería verlo personalmente para agradecerle su ayuda, no como los otros ojetes que me impedían el paso. Yo tenía tres pitbulls, una de ellas tomasa comenzó a morder a las otras pitbulls Leo y Lia. Y yo no sabía cómo separarlos porque tenía correas por todos lados. Ahí fue cuando se me desapareció Solei que es esta perrita de blanco con negro, yo la verdad ya no sabía quién se me había perdido, también se me escapó maya otra perrita pero regresó a las dos horas. Empezamos a amarrar a los perros en las bancas, en las entradas de los edificios para que ellos estuvieran a salvo y así se les bajara el estrés. Y Leo este Pitbull de acá como estaba tan estresado le dio un mordisco a un chavo que yo conozco. Entonces ahí me tienes, buscando a Solei y a Maya que salieron corriendo, amarrando a los perros en donde se podía, y encima solucionando lo de la mordida que había sido por fortuna muy leve. Como conocía a este chavo hablé con él y se calmó la cosa por un rato, porque el chavo me estaba cobrando la mordida, lo único que sí le podía asegurar es que el perro estaba vacunado, pero dinero no le podía dar, estábamos en una situación de emergencia”.
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“Después de un buen rato pensamos que íbamos a poder regresar a nuestra casa pero como ves eso no ha podido ser. Bueno no nos dejaban salir con los perros ya parece que me iban a dejar entrar de regreso. Obviamente nos metimos para sacar platos y agua para los perros, no sacamos comida, agua, ni un trago para pasarnos el susto. Yo intenté resolver lo más rápido que pude, no nos iban a dejar pasar la noche en Colima, el edificio de al lado se estaba cayendo encima de nosotros. Llamé primero a los dueños de los perros que tenía de guardería, algunos tardaron en llegar hasta cuatro horas, porque no había acceso, no había paso, la dueña de los pitbulls estacionó su carro lejos de mi casa, la zona se empezó a acordonar. Todos los que acá vivían tuvieron que llegar caminando. Obscureció a las ocho de la noche. Estuvimos como unas ocho horas sentados en las bancas esperando que recogieran a los perros. Mientras menos perros en mis manos más fácil iba a ser para mí encontrar un espacio. Necesitaba una planta baja como la que tenía en Colima ya que nuestro cerdito no puede subir y bajar escaleras. Ya no nos permitían entrar para volver a habitar. Está cabrón a lo que estamos acostumbrados a vivir. Está cabrón todos los lujos que tenemos. Yo siempre doy gracias. Yo he aprendido a sobrevivir y ahora por quienes más temía no era por mí, era por mis perros. Por el techo de mis hijos. Tenía perros de hogar temporal y mucha gente se llevó los perros que estaban en adopción que eso ya es un aliviane para como estaban las cosas. Fue como un respiro. Ese día se fueron como doce en hogar temporal. Eran las once de la noche y no teníamos casa”.
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“Un amigo Mario Mejía tiene una oficina en Tenancingo 18 y me dijo –Yo te presto el garage-Pues bendito garaje. Nos fuimos todos a Tenancingo yo me fui caminando para ir alumbrando a Jacinto el cerdito ya que no tiene buena visión en la noche. Una amiga protectora Paty nos ayudó con su camioneta, iba ella y su sobrino Leo, ahí iban algunos perros, llevaban comida para los perros y comida para nosotros. Jahir y yo nos fuimos caminando a Tenancingo, Paty nos venía escoltando ya que no había luz, no había semáforos. Era difícil pasar todos iban sin fijarse, las motos no se frenaban, lo bueno que estaba cerca no sé cómo hubiéramos llegado a un lugar más lejos. No había luz, no había semáforos, las tiendas estaban cerradas, se corrió el rumor de que iban a asaltar las tiendas, que iba a haber desabasto. No había ni una tienda abierta que te vendiera una botella de agua. Llegamos, pusimos algunas colchonetas en la cocina de la oficina y ahí nos dormimos todos los perros y nosotros, Paty nos llevó agua jamón y pan, pero como somos vegetarianos le dimos a los perros el jamón y nosotros sólo nos comimos el pan. No teníamos cobijas. La primera noche fue horrible, no teníamos con que taparnos. Pensamos que íbamos a pasar la noche en la calle pero por suerte no fue así. Estuve en la oficina de un amigo en la calle de Tenancingo hasta el domingo 24, no podíamos quedarnos más ya que los vecinos no estaban conformes con los ladridos de los perros. Yo no me podía ir como otros damnificados a casa de mi mamá, o con el vecino, yo tenía a todos estos perros bajo mi responsabilidad. Ese día sentíamos que habíamos perdido todo. Una vez que nos acostamos y vimos que al menos teníamos techo, yo decía; gracias señor que tenemos esto, me sentía bendecida. Nos dormimos con las correas agarradas en las manos por si volvía a temblar”.
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Al día siguiente con el dinero que tenía me fui al súper y le dije a Jaqueline una chica encargada de la tienda SUMESA que ya me conocía, que me prestara un carrito que se lo devolvería más tarde. Necesitaba recolectar cosas, compré víveres, compré agua, compré alcohol sólido, una parrilla, velas y conseguí unas cobijas. Cuando iba de regreso por Juan Escutia hacia Tenancingo, me detuvieron unos civiles, argumentaban que iban a demoler el plaza condesa y que nadie podía transitar en la zona. Me acompañaron hasta el lugar que estaba ocupando como refugio y me pedían que me apurara, que no podía prender ningún tipo de fuego ya que había fugas de gas en el perímetro que se le llamó la zona cero de la Condesa, nosotros estábamos a cincuenta metros del edificio que colapsó en Álvaro Obregón 286. Los civiles no me querían dejar pasar, tuve que explicarles que mi esposo y mis perros estaban en un refugio, ante su negativa me les tuve que meter y les gritaba: ¡van a tener que matarme para no dejarme pasar! Igual que los perros, la violencia en los humanos se puede controlar pero no se puede quitar. Cinco de ellos me siguieron hasta el refugio, ahí me pidieron que rápidamente les diera de comer a los perros y que saliera, yo les acabé gritando que este era mi refugio y que no nos íbamos a salir. Nos dijeron que no podíamos prender ningún tipo de fuego, ya que había muchas fugas de gas. Yo llevaba una parrilla y alcohol sólido para cocinarme unas quesadillas. Nos dijeron: -no pueden prender cigarros-, y lo primero que me vino a la mente era fumarme un cigarro. Nos pidieron que pusiéramos toallas mojadas debajo de las puertas, yo creí que esa noche íbamos a morir. Según los civiles nos teníamos que ir lo más rápido que se pudiera ya que iban a demoler un edificio y que eso afectaba a las 10 calles contiguas. Yo pensé que esa noche podíamos morir. Ese día también fuimos por las camas de los perros, nos metimos a la casa, poníamos las camitas en la cocina y ahí nos dormimos todos. Un grupo de civiles estaban metiendo mucho miedo para que desalojáramos los vecinos. Nos dijeron que iban a demoler edificios, como el Plaza Condesa y míralo ahí está. Sentimos que estaban jugando con nuestras emociones. Pusimos las jergas como nos pidieron, era una situación rarísima estar encerrados por miedo a morir intoxicados en una oficina a una cuadra de mi casa. No había regadera, no nos bañamos por varios días, lavarte los dientes es en lo último que uno puede pensar. En ese momento en lo único en que se piensa es en sobrevivir. Sobrevivimos la segunda noche”.
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“Estuvimos martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo sin bañarnos, como te dije es lo último que se te ocurre, bañarte, me acuerdo que mi mamá me trajo algo de ropa. El domingo una amiga que se llama Natalia vino a ayudarme, teníamos con nosotros a Natalia una perrita que se perdió durante el terremoto “humo”, la iba a llevar al Parque Lincoln para ver si aparecía el dueño, y a ver también si aparecía solei que se había escapado el martes diecinueve. Natalia al verme tan destrozada en el refugio me dijo –ahorita lo resolvemos pero hoy te ayudo a encontrar algo aquí en la Condesa. Yo necesitaba un departamento en un primer piso, porque el cerdo no puede subir escaleras, algunos amigos me ofrecieron sus casas pero como tienen escaleras no me iban a servir. Me habló por teléfono Natalia y me dijo que pasaría un amigo suyo Mauricio Galaz, y que él me iba a prestar su casa para que me fuera con mis perros, ya que tenía un departamento en renta. Llegó y me dijo -te presto mi casa por el tiempo que lo necesites-. Yo acepté pero siempre y cuando no fuera gratis, mis amigos me ayudaron para pagarle la renta, me donaron comida para los perros, en un momento hubo tantas donaciones de comida que la tuvimos que llevar a los centros de acopio para que se la llevaran a los lugares que la necesitaban. También me donaron mis amigos unas cajas de vino blanco, un amigo Luis Ramaggio nos regaló un terreno de 580 metros en Xalatlaco Estado de México para que construyamos un refugio para perros”.
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Mariam y Jair se mudaron en la madrugada del domingo 24 de septiembre a la calle de Pachuca 59. Fueron dos mudanzas en una misma semana, según me contó Mariam el domingo que ya pudo bañarse, del cansancio y preocupación de su situación se le enchuecó la cara, no se le quitó sino hasta varias horas después. Los perros que tenían en adopción los acomodaron de manera temporal, eran perros que llevaban en el refugio como tres años pero con este evento la gente se los llevó, por lo que ahora sólo tienen a sus perros y a los de guardería. En las siguientes semanas seguí visitando a Mariam y a Jair apoyándolos con los perros que todavía tenían en adopción y algunos de guardería. Así he conocido las historias de algunos perros que vivieron situaciones traumáticas, tuve la oportunidad de conocer a Shalom un afgano que Mariam rescató, él junto con laguna eran los dos afganos de Mariam. Shalom murió en la noche del 6 de octubre mientras este texto se escribía. Este perro le tenía miedo a las personas, quizá estuvo privado de su libertad y maltratado por años. En la noche del 6 de octubre expiró trombosis y terremoto fueron demasiadas cosas para él. Murió feliz, murió con su manada. Solei la perrita que se les perdió el día del terremoto apareció en un edificio acordonado dentro de una sisterna, ella sigue en hogar temporal porque ahorita no tenemos en donde vivir y nuestra situación es muy delicada. Otra perrita de nombre maya al perder a su dueña, el esposo de esta mujer sacó a esta perra a la calle y la maltrató para que no regresara. Una protectora la recogió y la llevó con Mariam, ella la rehabilitó y ahora ya tiene casa. El terremoto nos cambió a todos, aunque muchos se quedaron igual. Mariam tiene miles de historias de perros que ella se ha involucrado como terapeuta o entrenadora, para ella el terremoto trajo luz a muchas personas dice que “fue una bendición la apertura de conciencia que tuvimos tras este desastre. Toda la vida nos hablan de miles de cosas, pero nunca nos preparan para ser sobrevivientes, para muchos esto fue anecdótico, no perdieron sus casas, pero cuando algo así te pasa, y no tienes en dónde vivir entiendes lo importante y necesario que es la ayuda. Nadie experimenta en cabeza ajena, hasta que no lo vives. No sabes a qué sabe el mamey hasta que no lo pruebas. Nosotros no pedimos la ayuda de nadie, y teníamos la ayuda de todo el mundo. Lo que pasó fue una bendición, porque nos permitió seguir viviendo. Quizá la próxima no podamos salvarnos. Yo no le tengo miedo a la muerte. Estoy aquí y ahora. No me iré aunque se me caiga el techo encima”.
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Contacto con Mariam Luzcan:
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