Por: Carlos Prego B.
Mutaciones, de las sociedades disciplinarias “foucaultianas” a las sociedades de control “deleuzianas”, y de ahí a las sociedades del rendimiento o psicopolíticas “byung-chul haneanas”.
La caída del nombre del padre. El Otro que no existe.
El poder no es una cosa, es una estrategia que se ejerce, no se posee, pero ¿cómo se ejerce hoy?, pues esencialmente a través de la tecnología (dispositivos conectados, múltiples redes etc.), “tablets”, “Pc’s”, “smartphones” que navegan en la “web” para luego formar redes.
Veamos algunas acepciones de la palabra red:
Malla de hilos, cuerdas, alambres que busca retener algo. Conjunto de personas distribuidas por varios lugares que están organizadas para cumplir cierta función. Conjunto de cosas de la misma naturaleza que se entrelazan y actúan en favor o en contra de un fin o un intento. Organización formada por un conjunto de establecimientos de un mismo ramo, y en ocasiones bajo una misma dirección. Engaño o trampa preparados a propósito en los que cae una persona.
Sin duda en cada una de ellas nos vemos reflejados los seres humanos actuales, de manera alienante pensamos que esta “estrategia” de poder se produce de manera “positiva” pero, ¿qué produce?, produce “efectos de poder” o sea; produce saberes, deseos y verdades, disposiciones y campos para la acción, produce “cuerpos”, subjetividades/subjetivaciones, produce prácticas, normas, normalizaciones…
Somos/estamos alienados y constituidos por la técnica en un mismo tiempo.
Vivimos tiempos “hipernihilistas” provocados por la revolución conservadora de los años ochenta. La apuesta por la “técnica” –que no la Techné griega- se constituye como el medio noético que instrumentaliza el quehacer cotidiano, en una suerte de tanatopraxia que embalsama no solo al individuo sino a la sociedad en su conjunto.
Los preceptos de Foucault, Deleuze y Byung–Chul Han hoy se convierten en herramientas teóricas vigentes para explicar un sinfín de transformaciones sociales, económicas y políticas con relación a la creciente creación e interpenetración de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), y más específicamente las tecnologías digitales (TD).
Hay cambios fundamentales como el esquema de la “escuela”, el cual muta a la “formación permanente”, la cual es postulada como forma “deseable y necesaria” para poder “desenvolverse” con éxito en la vida laboral y personal.
El actual “good-worker” ya no es aquel que sigue a pie juntillas las pautas fijas e inalterables que participa en la cadena de producción. Hoy es aquel trabajador que se capacita en forma permanentemente, que puede desarrollar varias tareas (multi-task), que muestra estar motivado y “compro/metido” en la misión/visión de la empresa, generando así una competencia feroz, voraz donde la modulación constante es deseable, “requerible” y…hasta exigible.
Enmascarados/embalsamados en retóricas de libertad, de progreso, de identidad, somos producidos y moldeados constantemente pero que al mismo tiempo, debemos buscar y “actuar” para obtener dicho moldeo/modelo mediante la capacitación y mejora.
La “técnica” moldea, modela, provee de manera instantánea, en tiempo real y es gratuita. La “técnica” nos ofrece “quién” queremos ser, “qué” queremos ser; nos presta identidades, nos muestra “oficios”, obviamente nos dota de las “técnicas” para lograrlo, pero, incluso si no lo logramos, también nos proveerá de “escapes” ante la frustración (lo no cumplido), todo ello a partir de “algoritmos autodidactas” que se modifican y reordenan según los nuevos datos recibidos.
Se instala también una economía de la incuria, el “Pharmakón” es controlado de forma hegemónica por el “marketing” produciendo una suerte de tontería sistémica al tergiversar el deseo por la “necesidad”. El escape “Es”.
Byung-Chul Han mediante, en nuestras “sociedades del rendimiento” los individuos nos hemos “dividuado” (neologismo para englobar una división enajenante), ya no importamos como “sujetos/todo” en sí mismos, importamos como “cifra”, como dato, somos “información bipedal”, información en movimiento, maleables.
Humanidad que deviene en “técnica” y entendamos el término como una continuación de vida por medios diferentes a la vida (virtuales). Estamos asistiendo a una forma de evolución No “darwiniana”, esto es, pareciese que nuestra evolución sociológica y fisiológica, natural está supeditada a una “exogénesis”, a una evolución exosomática que toma basamento en la exteriorización de la memoria a soportes inorgánicos.
Somos data, fecha, haber. Permanentes “donadores” de datos (datos bancarios, cifras de productividad, informaciones numéricas respecto de distribución de nuestros gustos e intereses, etc.), que triste e ingenuamente no quedan dentro del “gadget” utilizado: teléfono inteligente, tableta, computador personal.
Nada de que se dispersan en el éter virtual o que se almacenan en la “Nube”, sino que se convierten en “huella de oro” de las corporaciones; pasamos a formar parte de sus granjas de servidores.
Consumimos y somos consumidos, uso y desuso. “Entificación” (neologismo para explicar la facultad de pensarnos a nosotros mismos, en figuras que solo viven) de nuestro “Dasein”. Penetración tecnológica total y “avasallante”.
La res pública (lat. cosa pública) es el lugar de formación de la atención y del cuidado por excelencia; esto es, estamos inmersos en una coyuntura del “deseo” y en el cual este es visto como “inversión”. Es lo que la “financiarización libidinal” (de la libido) puesta en marcha por los neoconservadores ha generado.
La triste y alienante noticia es que en el marco democrático y en el convencimiento de que vivimos en una pasmosa libertad, somos usurpadores de funciones y ya no es el Estado, ya no son las empresas, hoy somos los invitados especiales para el ejercicio (plataforma mediante, Facebook, Instagram, Whats app…) de la “auto-vigilancia”.
Tecnofilia o tecnofobia…esa es la cuestión.