Por: David Celin
Junio es el mes del Orgullo LGBT+ 🏳️🌈, hay eventos, exposiciones, conferencias, fiestas… y todo culmina con la marcha del Orgullo que se celebra el último sábado de junio. En México, recorre desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo capitalino. Sin embargo, para llegar a esto tuvo que suceder un evento que fue trascendental en la historia del movimiento homosexual.
Para hablar de ese momento que marcó un hito en la historia nos tenemos que remontar a 1969, cuando el bailar con un alguien del mismo sexo todavía era ilegal… y la homosexualidad aún se consideraba un “desorden mental”.
Era la madrugada del 28 de junio de 1969, un bar frecuentado por homosexuales conocido como The Stonewall Inn, en Nueva York, se convirtió en el escenario que marcó el despegue de la lucha por los derechos de la comunidad LGBT+ 🏳️🌈.
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¿Qué tenía de especial Stonewall?
Stonewall era el único bar para personas LGBT en el que se les permitía bailar. Un portero permitía la entrada a la clientela después de ser inspeccionados a través de una mirilla. El ambiente era oscuro y si se detectaba la presencia de algún policía se encendían las luces normales para indicar que nadie se tocara, ni se besara. Jóvenes, mayores, negros, blancos, hispanos abarrotaban el bar gay más popular de la ciudad.
En aquel año era habitual que la policía hiciera redadas y registros alegando que el bar carecía de licencia para vender licores. Redadas tempraneras para que después el negocio —ubicado en Christopher Street— pudiera seguir. Eso sí, quienes usaban ropa del sexo opuesto eran detenidos.
¿Cómo empezó todo?
Sin embargo, la madrugada del 28 de junio, los habituales del bar decidieron no soportar lo que ellos consideraban una humillación sistemática. Pasada la 1:20 de la mañana, seis agentes de la policía entraron en el local para una redada que parecía iba a transcurrir con normalidad, que entregarían su documentación a los agentes y se irían del bar sin resistencia, como hasta entonces. Pero aquella vez no. La gente se negó a identificarse y rechazó categóricamente irse. Comenzó la confusión y la tensión.
Los travestidos se negaron a ser arrestados y el resto se negó a identificarse, así que la policía decidió llevarse a todo el mundo a la comisaría. Las patrullas tardaban y a muchos clientes se les dejó en libertad, pero no despejaron el lugar. Al contrario, se fue congregando una muchedumbre en la calle que fácilmente superaba el millar cuando llegaron los refuerzos policiales.
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El trato a una joven, que la acababan de sacar del Stonewall Inn y se la llevaban detenida, desató la ira de la muchedumbre, que lanzó ladrillos y trató de volcar el furgón policial. Al grito del recién acuñado “Gay Power” (Poder gay), los clientes del Stonewall se defendieron, arremetieron contra la opresión. En algún momento se llegó a escuchar la canción de Pete Seeger, “We shall overcome” (Venceremos).
Aquella noche imperó la violencia policial, pistolas desenfundadas, adoquines, furgones, travestis luchando furiosamente. Los incidentes continuaron durante toda la semana y en calles aledañas a Christopher Street. El inicio del movimiento por los derechos LGBT+ tuvieron como protagonistas a transexuales negras y latinas, como Marsha P. Johnson o Sylvia Rivera. La lucha fue imparable y así sigue siendo.
¿Qué paso después?
Un año después de lo acontecido en Stonewall, el 28 de junio de 1970, “miles de personas”, tal y como recogió The New York Times, marcharon desde Christopher Street hasta Central Park en lo que se consideró la primera marcha del Orgullo Gay de la historia. También se recorrieron las calles en ciudades como Los Ángeles y Chicago.
Durante los dos años siguientes se sumaron a la fiesta Boston, Dallas, Londres, París, Berlín Oeste, Estocolmo, Miami, Filadelfia o Atlanta, entre otras. Además, en 1972 había grupos LGTB en cada ciudad importante estadounidense, según cuenta el historiador Barry Adam en su libro The Rise of a Gay and Lesbian Movement.
Desde entonces, la comunidad LGBT+ ha ido escribiendo su historia, peleando por sus derechos y libertades todavía en disputa. Y aunque aún queda mucho camino por recorrer, el arcoíris sigue pintando calles, edificios, corazones y ciudades de dignidad y diversidad.