Muchos de los postres típicos mexicanos tienen su origen en la cocina virreinal y un postre que ha quedado en el olvido es el ante; cuyo origen se remonta muchos siglos atrás en el Viejo Continente, en España, pero no se tiene certeza de cuándo apareció.
A México llegó durante el virreinato en la Nueva España y era muy popular en aquellos tiempos. Cabe recordar que la cocina de aquel entonces era premiada por grandes cantidades de azúcar; que en la actualidad resultan rebosantes de calorías, pero son infinitamente deliciosas.
Durante los siglos XVI y XVII, la cocina conventual tuvo su máximo esplendor y es aquí y muy probablemente, en las cocinas de las ricas casas virreinales, donde se preparaban los festines culinarios, los cuales llegan hasta nuestros días.
El ante es un platillo que podría ser el abuelito del pastel. Es un bizcocho o marquesote que va bañado de una mezcla que puede ser con almíbar o leches. Algunas recetas que se han encontrado llevan frutas frescas, en conserva o frutas secas. Se llaman “antes” porque la sociedad de aquella época comía (casi en cualquier momento del día) preparaciones dulces antes de la comida.
Los antes se consideran mexicanos (como muchísimos platillos) porque es aquí donde surgen los cambios que se realizan a las preparaciones traídas por los españoles. El ejemplo de esto es que se siguieron consumiendo y cambiaron a un platillo únicamente dulce y comido sólo hasta el postre (después del plato principal de la comida). En el México decimonónico fueron postres sumamente populares y se han rescatado varias recetas de ellos; principalmente en el estado de Oaxaca, donde aún suele consumirse pero su popularidad se ha reducido con el paso de los años, casi hasta la extinción.
Los antes decimonónicos, a diferencia de los virreinales —que también incluían carnes como el pollo en sus preparaciones—, eran únicamente dulces y se les agregaban almíbares combinados con jerez (en su mayoría) o algún otro licor como grand marnier. Esto depende, desde luego, del lugar donde se prepare por motivos culturales, económicos y preferencias personales.